En el año 2009 se estimaba en 650 millones las personas en el mundo que experimentaban algún tipo de discapacidad y que por ello necesitaban servicios de salud y rehabilitación, desde trastornos cognitivos hasta físicos, demandando mayor atención de disciplinas como kinesiología, fonoaudiología y terapia ocupacional. Pues bien, en Chile hemos sido testigos de un explosivo aumento de universidades que dictan la carrera de terapia ocupacional, comparando los años 2002 y el actual, que ya alcanza 28 instituciones y a las que este año se suma la Pontificia Universidad Católica. Y a ello se incorpora la evidencia clínica de las secuelas físicas y mentales de la pandemia, exigiendo el fortalecimiento de los equipos de rehabilitación post-COVID.
Para Paula Torrico, directora de la carrera de Terapia Ocupacional UC, “Chile vive un momento de cambio importante tras el balance de este primer año de pandemia y sabemos que los profesionales de la salud deberán adquirir nuevas habilidades para acompañar el proceso de recuperación y reintegro de estos pacientes. Es también una positiva oportunidad para que la sociedad y las instituciones de salud y académicas comprendan que existe un amplio espectro de discapacidades que pueden ser atendidas de mejor modo, mediante equipos interdisciplinarios y utilizando las ventajas que ofrece la telemedicina y la teleterapia”.
Según el ranking de empleabilidad de Terapia Ocupacional que consideró datos de 15 instituciones que imparten la carrera, el sitio mifuturo.cl del Ministerio de Educación señala que cerca del 77% de los estudiantes está trabajando en el primer año de egreso y más del 91% lo logran en el segundo año, con un sueldo promedio que supera el millón de pesos. Estos indicadores abren un prometedor campo laboral y de intervención social para los especialistas, más aún en el segundo año de esta pandemia.
“La terapia ocupacional es sin duda una de las disciplinas con mayor proyección en el área de la salud y es que las discapacidades no solo se limitan a las mentales, sino que existen muchas otras derivadas de la rehabilitación del consumo de drogas y otras enfermedades, y que requieren de una planificación a largo plazo y con indicadores de logro y desempeño, lo que permite dimensionar de forma cualitativa y cuantitativa el estado de avance de cada paciente”, añade Torrico.
Pese al avance del plan de vacunación para combatir la pandemia, ya es sabido el panorama de secuelas que afecta a los pacientes que superan la enfermedad y cada día se suman nuevos síntomas posteriores. Los síntomas pueden persistir en más del 70% de la población a las 3 a 4 semanas de haber tenido COVID y luego este porcentaje va disminuyendo a lo largo de las semanas. Algunos estudios europeos han mostrado que luego de 2 meses, un 50% de los pacientes pueden persistir con fatiga. En este sentido, Paula Torrico explica que las personas que han sufrido enfermedades graves y han sido tratadas en UCI, han de saber que tardarán unos cuantos meses para recuperarse por completo, independientemente de la enfermedad que tengan. “Con el COVID-19 se observa que la recuperación también es lenta y larga incluso en aquellos pacientes en los que la enfermedad cursó de forma leve y que no fueron hospitalizados. Síntomas como la fatiga extrema, las palpitaciones, cansancio, los dolores musculares, son solo algunos de los efectos secundarios”, puntualiza la académica. Añade que actividades sencillas como hacer la cama, la higiene personal, vestirse, amarrarse los zapatos, generan gran cansancio, y una pauta de ejercicios y un acompañamiento por parte del equipo tratante, contribuye sin dudas a evitar secuelas a largo plazo o a sobrellevarlas procurando una mejor calidad de vida.
Se estima que un 30 a 80% de los pacientes conectados a ventilación mecánica experimentan algún tipo de secuela. Sus manifestaciones aluden a un compromiso físico, que se expresa en dificultad respiratoria (disnea), debilidad muscular, dificultad para deglutir (tragar), fatiga, disminución de la movilidad y riesgo de caídas, y aquellas de compromiso cognitivo, afectando principalmente la memoria, atención y funciones ejecutivas.
Por su parte, los problemas cognitivos-mentales se manifiestan en la alteración de las funciones ejecutivas, que son actividades mentales complejas, necesarias para concentrarse, planificar, organizar actividades sencillas y resolver problemas. Estas complicaciones muchas veces se acompañan de estrés post traumático (TEPT) que se expresa en pesadillas, recuerdos indeseados, ansiedad, irritabilidad, insomnio e incluso depresión y un temor extremo a la muerte.
“El terapeuta ocupacional cumple un rol determinante en el cuidado integral de la salud. Nuestra nueva carrera de pregrado ha fortalecido sus plataformas de enseñanza combinando contenidos teóricos y prácticos, integrando una unidad de calidad y entregando una serie de herramientas para la formación de nuestros docentes. Sin duda la terapia ocupacional enfrenta nuevos desafíos en Chile y el mundo, lo que requiere de innovadoras habilidades en las próximas generaciones”.
La directora académica finalizó destacando la capacidad de este perfil profesional para desarrollar estrategias de prevención, promoción y rehabilitación ocupacional, con el fin de sensibilizar y educar a la sociedad sobre el derecho a la participación, bienestar y estilos de vida saludables, facilitando la inclusión, inserción y reinserción ocupacional de las personas a lo largo del ciclo vital. Interviene en el diseño, ejecución y evaluación de proyectos y programas sociales desde una perspectiva ocupacional e inclusiva en pro de la funcionalidad de la persona, grupos y/o comunidades en condición de vulnerabilidad, exclusión social y/o discapacidad.
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