Opinión

Jaime Rozas: Una biografía en favor de la justicia

Por Mario Guarda / 7 de marzo de 2021
Él tuvo una frase rectora; “La historia no hay que verla desde la ventana, hay que salir a hacerla”, y siguió ese precepto en las distintas facetas de su vida, dejando una vasta herencia política y social en Futrono.
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Esta semana se cumplió un año desde la irreparable partida de Jaime Rozas González, conocido profesor y actor relevante de la escena política comunal y regional, que en su carrera impulsó diversas iniciativas en favor de la comunidad futronina.

Nació en Osorno, aunque sus raíces las consolidó en Futrono junto a su familia, y donde más tiempo se desempeñó laboralmente fue como profesor e inspector general del Colegio María Deogracia, establecimiento en el que permaneció por 37 años. 

Fue fundador y dirigente del Partido Por la Democracia (PPD), colectividad que representó como concejal de Futrono por cuatro periodos consecutivos desde el año 1992. Posteriormente fue consejero regional, y en el 2014 fue designado Seremi de Minería de las regiones de la Araucanía, Los Ríos y Los Lagos simultáneamente, constituyéndose en el primer futronino y único hasta ahora, en desempeñarse en un cargo de Secretario Regional Ministerial.

Esa es la reseña biográfica de rigor, con palabras de cortesía y sin ocasionar molestias, como se estila recordar a los que han partido, sin embargo, no hacen justicia al legado muchas veces insospechado de ese hombre que fue un político fuera de serie, ya que nunca buscó figurar ni usó sus logros como propaganda mediática. Por eso me doy a la tarea de rescatar en estas líneas la herencia que nos dejó Jaime Rozas, y por eso este texto no es corto, y pretendo de alguna forma hacer justicia a la imagen de este hombre que no fue valorado por Futrono.

DE LOS 60 AL PLEBISCITO

Cuando me presentaron personalmente a Jaime Rozas fue por una grata casualidad (si es que existen las casualidades), y me encontré con un hombre de un vasto conocimiento, una sincera vocación de servicio público, y con una historia personal que con el pasar del tiempo me confió y me ayudó a entenderlo en toda su dimensión.

Con una juventud marcada por el idealismo de hierro propio de los años 60, se entregó a empujar los cambios que una generación de convencidos militantes de izquierda, cristalizaron en las elecciones presidenciales de 1970 con la “revolución de la empanada y el vino tinto”, y esa entrega cargada de convicciones le significó también conocer el lado más oscuro de la naturaleza humana cuando fue preso político y sufrió la tortura a manos de los agentes de la naciente dictadura.

Luego vinieron los años de la represión, en la segunda mitad de los 70 y casi toda la década de los 80, tiempo en el que, si bien Jaime Rozas no desarrolló actividad política por razones obvias, trabajó en iniciativas altruistas bajo el alero de la iglesia católica junto a 2 personajes que también tienen su lugar en la historia de Futrono; Sor María Deogracia y el Padre Jaime Fournier.

Fue con el anuncio del plebiscito de 1988 que Rozas retomó el cauce arrebatado y se enfocó en ayudar a organizar la oposición al régimen en Futrono, tarea que requirió tener los pantalones bien puestos para los pocos que se atrevieron a exponer públicamente su postura contra Pinochet, en un ambiente donde muchos futroninos afines al general se encargaban de recalcarles día a día que estaban jugando con fuego, y que no les importaría (incluso celebrarían) verlos quemarse.

Llegó el día del plebiscito y el SI a Pinochet arrasó en Futrono, la peor señal para la acosada oposición que encima de todo no tenía información de los resultados nacionales, que el gobierno se encargó de esconder hasta pasada la medianoche, y recién al día siguiente pudieron digerir un triunfo que sabían había ocurrido contra toda posibilidad.

DE CONCEJAL A SEREMI DE MINERÍA

Ya con el retorno de la democracia al país, y cuando en los partidos políticos había honorabilidad, Jaime Rozas volcó su atención a quienes más necesitaban de la acción del Estado; las familias pobres. Y a principios de los 90 era una pobreza distinta a la actual, con mucha precariedad, analfabetismo, y años de injusticias sociales. En ese contexto se convirtió en concejal y puso su esfuerzo en conformar los primeros comités de vivienda, con los que se dio origen al sector de Los Castaños, tarea en la que trabajó con la también fallecida Jimena Quezada, juntando montañas de documentos y realizando uno y otro y otro trámite para cumplir con los requisitos de postulación a vivienda, en una época sin internet, sin computadores, y donde todas las oficinas estaban en Puerto Montt, a donde debían ir en el automóvil de Jaime Rozas, pagando los gastos de su propio bolsillo.

Otro tema en el que puso su atención y trabajo fue en el proyecto de crear un paso internacional entre Chile y Argentina a través del Paso Lilpela, llegando a levantar una comisión binacional que avanzó a grandes pasos en la propuesta, pero cambios profundos en el ambiente político argentino finalmente derribaron este proyecto, aunque sus esfuerzos en dicho campo le valieron recibir un reconocimiento en la ciudad de San Martín de Los Andes. 

En el año 2008 su nombre surgió como carta para disputar la alcaldía de Futrono, y se embarcó en esa aventura. Como ya es sabido, perdió, aunque logró aglutinar el 41,52% de las preferencias. En esa campaña fue que conocí esa faceta de Jaime Rozas que lo hacía totalmente distinto a otros políticos; no quería exponer sus logros para llamar a votar por él, se sentía tremendamente incómodo cuando se le sugería que le recordara a la gente que los primeros comités de vivienda habían sido gestión suya, o que había ayudado de una y otra forma a múltiples familias, en fin, puedo decir con conocimiento de causa que fue un gran político pero un pésimo candidato en una época en la que ya era normal que el motor de las candidaturas fuera la política-farándula.

Tiempo después fue nombrado Consejero Regional, hasta ahora el único representante de Futrono en ocupar ese cargo, y más adelante se le entregó la responsabilidad de ejercer como Seremi de Minería para la región de Los Ríos, pero también para las regiones de La Araucanía y Los Lagos, y también ha sido el único futronino en llegar a tal cargo en una macrozona. En ese rol nuevamente volcó su vocación social ahora en favor de los mineros artesanales, con cuyas familias trabajó diversos planes de desarrollo del sector, con lo que se ganó el reconocimiento y cariño de esas personas que parecían olvidadas por el desarrollo.

“LA HISTORIA NO HAY QUE VERLA DESDE LA VENTANA, HAY QUE SALIR A HACERLA”

En el campo político entendió que deben prevalecer las ideas y los principios, no las personas, y eso le valió guardar cierta distancia del ambiente político capturado por el personalismo de “padrinos” que dieron su respaldo a aquellos que les eran leales y no a quienes guardaban lealtad hacia la ciudadanía, pensaba que llegaría el momento en que el ciudadano le pasaría la cuenta al político, por eso no le extrañó esa noche en que se produjo el Estallido Social, pero sí se sorprendió cuando vio a Chile exigiendo una Nueva Constitución ¿acaso sería la oportunidad de retomar el trabajo que quedó a medias con el retorno de la democracia? El destino quiso que no alcanzara a ver el plebiscito de octubre del 2020, pero ya había atestiguado que Chile no estaba subyugado, solo esperaba el momento de decir basta.

En definitiva, en esta reseña de Jaime Rozas desde mi perspectiva, pude conocer a un hombre sencillo, reservado, pero de fuertes convicciones democráticas y de justicia social, un hombre que desde su bajo perfil jugó un rol histórico en Futrono al rearticular a la comunidad con miras al retorno de la democracia, y la vocación de trabajo por los más vulnerables. Un hombre crítico de las instituciones, sin embargo, siempre estuvo trabajando al interior de instituciones fuertes como la iglesia católica y el aparato estatal, su gran enemigo era la burocracia, pues atenta contra las soluciones que los más necesitados requieren. Siempre cultivó un bajo perfil, pero al mismo tiempo se encontraba en la primera línea de los temas públicos que acontecían en su comuna y la región.

Él tuvo una frase rectora, fue; “La historia no hay que verla desde la ventana, hay que salir a hacerla”, y siguió ese precepto en las distintas facetas de su vida, como profesor, como líder, como servidor público, como concejal, como amigo, como familiar, como padre y esposo. Y fue precisamente en su esposa Mirtha que encontró el apoyo y la complementariedad que un servidor público necesita, porque definitivamente no es fácil entender y justificar a un compañero de vida que muchísimas veces sacrifica el tiempo familiar para ir en ayuda de otros.

En lo personal, siempre me sentiré afortunado de que en mi camino me haya topado con este hombre, que para mí se convirtió primero en un referente, después en un maestro, y finalmente en un amigo. Hizo mucho más de lo que la gente hasta hoy sabe, de hecho en esta columna escribo solo una parte de sus logros e hitos personales a fin de no atentar contra ese estilo reservado tan propio de él, por eso incluso entiendo a quiénes de Jaime Rozas solo guardan una superficial caricatura refiriéndose a él como “el comunista de Jaime Rozas”, porque desconocen su trayectoria.

Y si hay una injusticia que aún me produce ruido, es el hecho de que Jaime Rozas es el alcalde que Futrono se farreó. No llegó a ser alcalde, pero eso no lo detuvo, siguió adelante cuando otros en igual situación se habrían retirado heridos y escupiendo maldiciones, esa diferencia es lo que lo convierte en una de las figuras políticas más prominentes de la comuna de Futrono, además pueden estar seguros de que de su legado aún hay por descubrir. 

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