El terremoto del 22 de mayo de 1960 y la destrucción de buena parte del sur de Chile fue noticia mundial. Nunca se había registrado un movimiento sísmico de 9,5 grados en la escala Richter y un maremoto de proporciones como el que afectó al puerto de Corral.
Valdivia estaba por los suelos, pero también la moral y los corazones de los valdivianos mordieron el polvo ante la destrucción de casas e industrias. Muchos lo perdieron todo.
Muy pronto todos los ojos del mundo vieron a Valdivia como la ciudad más afectada por esta tragedia y comenzaron a llegar muestras de solidaridad de muchos países para apoyar a las familias que se quedaron sin hogar.
Los artistas también se sensibilizaron con la tragedia, pero hubo una de talla internacional que hizo algo más que enviar dinero o mensajes, decidió interrumpir sus giras, visitar la ciudad destruida y montar conciertos que, a la larga, resultaron un golpe anímico para los damnificados.
Con voz de soprano ligera, aire histriónico al cantar, amable sonrisa y hermosos ojos color verde esmeralda -muy a lo Elizabeth Taylor-, la intérprete conocida como “La novia de América” deslumbró a los valdivianos y los sacó de ese aire pesimista y de tristeza. Esta es la historia de cómo Libertad Lamarque montó una serie de conciertos en medio de una ciudad terromoteada.
En 1960 Libertad Lamarque era una artista totalmente consagrada en el mundo de la música y del cine. Luego de triunfar en Argentina, su país natal, en los años cuarenta del siglo XX y en el resto de Sudamérica, repitió con mayor fuerza ese éxito en México, el país de excelencia para los artistas hispanoparlantes.
Toda América y España se rindió ante el éxito de esta bella mujer que podía cantar el tango, una expresión que era más bien varonil a principio del siglo XX por la estética que había impuesto Carlos Gardel y por las sufridas letras de desamor, pero Libertad Lamarque supo darle elegancia y belleza a ese estilo y después exploró con los ritmos latinoamericanos y el bolero. Todo lo que cantaba era oro puro para las disqueras de su época.
En 1945, contrajo nupcias por segunda vez con el pianista Alfredo Malerba, que la acompañaba siempre en sus presentaciones en los principales teatros de la época. Malerba fue esencial en el resto de su carrera y junto a él viajó a Valdivia cuando se enteró de la tragedia del terremoto.
Los valdivianos quedaron impactados cuando se supo la noticia de que Libertad Lamarque suspendió sus conciertos por Europa para viajar al sur. “La novia de América” llegaba a subirle el ánimo a sus hermanos del sur.
Fue en octubre de 1960 que Libertad junto a su esposo Alfredo Malerba llegaron a Valdivia para subirle el ánimo a sus habitantes.
Como no era posible contar con una orquesta completa con violines o instrumentos de viento, Libertad Lamarque se hizo acompañar por el piano de Malerba y ubicaron en la misma ciudad a un guitarrista, así sumaron al valdiviano Julio Leguina para que la acompañara en los boleros y en una que otra sorpresa que tenía preparada la artista en el cierre del show para alegrar a la gente.
La primera gran presentación de la argentina fue en las afueras del Hotel Turismo que posteriormente fue conocido como Pedro de Valdivia y en la plazuela se levantó un gran estrado. Libertad salió al escenario con un vestido de lentejuelas azules y un abrigo de piel para protegerse del frío sureño. Saludó sonriente y en minutos ya se tenía ganado al público interpretando clásicos del tango y del bolero y que fueron coreados por todos los presentes.
Pronto cayó la noche, pero Libertad siguió cantando con voz apasionada y haciendo gestos de alegría o dolor con su rostro, dependiendo del tenor de la letra de la canción. Así fueron pasando éxitos de aquella época como “Fumando espero”, “Nostalgia”, “Malena” o la inmortal “La Cumparsita”.
Con su suave voz dio un mensaje de ánimo y esperanza y procedió a despedirse con la última canción. Ahí sorprendió a hombres y mujeres, pues Julio Leguina empezó a hacer sonar su guitarra con compases de cueca, Libertad con sus ojos verdes fijos hacia la multitud extendió un pañuelo blanco y preguntó: ¿quién quiere bailar una cueca?
Un valiente saltó de entre el público hacia el escenario y Libertad demostró que no sólo sabía bailar tango sino que también cueca y con igual o mayor gracia que una chilena. Fue un cierre de show emocionante.
Un testigo del primer show de Libertad Lamarque fue el profesor Hugo Soto Padilla que en aquellos años era estudiante de la Escuela Normal.
En una entrevista realizada hace unos años, el profesor Soto recordó detalles del show en el Hotel Pedro de Valdivia y añadió que el trío de Libertad, Malerba y Leguina ofrecieron otros conciertos y teniendo por escenario la carrocería de un camión hasta donde subieron el piano.
Desde las 9 y hasta las 22 horas Libertad Lamarque recorrió distintos puntos de la ciudad llenando de esperanza con sus canciones el corazón de mujeres, niños y hombres de la ciudad destruida e irradiando empatía y simpatía. También visitó los rucos de la ciudad, campamentos de aquellos ciudadanos que se habían quedado sin hogar y que eran custodiados por soldados estudiantes de la Escuela de Infantería, conocido como “Batallón de Hierro”.
Luis Soto, de unos 17 años por aquel entonces, contó que “decidió repetirse el plato” y fue a ver a la artista en su presentación en la población Ferroviaria, en calles Errázuriz con Ángel Muñoz.
“Estaba impactado por la dulzura de su voz, por sus ojos verde esmeralda y su gran simpatía”, recordó el docente. Vio toda la presentación hasta que llegó el final con la cueca que interpretaban Malerba y Leguina y Libertad de nuevo extendió el pañuelo blanco y lo ofrece al público para bailar una cueca.
“Nadie se atrevía a bailar, entonces hice tripas corazón y salí a bailar con ella… Libertad ya era una mujer madura, pero era muy bella, yo estaba maravillado por su elegancia y al mismo tiempo por su sencillez como persona. Fue algo inolvidable para mí”, expresó.
Libertad Lamarque no sólo cantó, también hizo una visita al hospital provisorio que se habilitó en la Escuela Normal y se entrevistó con las autoridades de la época.
Los valdivianos quedaron más impresionados cuando Libertad Lamarque dejó la ciudad y se enteraron que no cobró un solo peso por sus actuaciones.
El mismo profesor Hugo Soto Padilla dijo en la pasada entrevista que la visita de la artista argentina por la Valdivia “terremoteada” fue una enseñanza para él: “Comprendí que no hay que llorar sobre la leche derramada. Me dije cuanta gente que no tiene donde dormir y yo tenía al menos un techo para cobijarme”.
Libertad Lamarque no volvió a Valdivia, pero su paso en el tiempo de mayor aflicción para esta ciudad fue un bálsamo en medio de los duros días post terremoto.
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