En 1939 Pradenas era detective en Trupán, Ñuble, su ciudad natal, recorriendo todos los cargos, desde Subinspector a Prefecto hasta su retiro temporal. Estuvo destinado a Arica, Coyhaique, Santiago, Valdivia y Valparaíso y ocupó cargos en las secciones de Policía Internacional, Ayudantía de la Dirección General y Sección Extranjería. En 1944 viajaba a Washington, París y Londres a cumplir cursos de perfeccionamiento en Scotland Yard, la FBI y la Sureté. Fue el primer Inspector Jefe de la Inspectoría de Coyhaique creada bajo su mando en 1946.
Acaso sea importante una placa recordatoria en el recinto, escribía en mis crónicas periodísticas en alguna oportunidad. A lo mejor existe, pero no me consta, declaraba con pachorra y algo de protesta. Bien lo dije en esos tiempos, y agregué algo así como pronto ya no tendré que referirme a que falta una placa, pues ya la habrán instalado. Hoy, en mi natal Coyhaique, la pequeña calle que circunda el edificio de la Policía de Investigaciones y también el Complejo Policial, llevan su nombre.
Pradenas, Policía, Huaso y Apicultor
Este verdadero paladín de la primera Policía de Investigaciones, fue admirado ganadero en el sector de Lago Pólux de Coyhaique y paralelamente asumió funciones en la recién inaugurada Corporación de Fomento. Aceptó la presencia del movimiento huaso, incorporándose a sus filas en 1963 y logró ser Secretario de Ogana por un tiempo breve, al sumar a sus actividades ganaderas la de apicultor, asunto que le dio inmensas satisfacciones por ser un verdadero pionero en el oficio. Las vecindades los admiraban y respetaban y se insertó profundamente en el corazón de la ciudad.
Sus inicios en el Departamento cincuenta
Pronto se insertó en el conocido Departamento Cincuenta, una organización que buscaba investigar cualquier señal del movimiento nazi, el que apareció amenazadoramente en el sur de Chile en circunstancias inesperadas. Estaba llegando a su fin el verano de 1941, época de la segunda guerra. Y habían estado sucediendo extrañas movilizaciones en las cercanías de Puerto Varas. Con la presencia de tantísimo colonizador germano, en algún momento tendrían que arder los fuegos y bengalas del movimiento hitleriano, algo inevitable en todo el planeta. Imagínense la placidez de una comunidad portovarina, interrumpida por una inédita concentración masiva de adherentes al nacional socialismo, conocido entonces como Partido Alemán Socialista de Trabajadores, y que no encontraron nada mejor que elegir las ensoñadoras aguas del lago Llanquihue y sus alrededores para proclamarse como depositarios del movimiento. Aquel hecho no pasó inadvertido para la policía antiespionaje, donde trabajaba Gerardo Pradenas, inspector subordinado de Hernán Barros Bianchi, Jefe del Departamento 50, junto a unos 30 inspectores y habilísimos policías chilenos, quienes lograron desbaratar el movimiento al descubrirse la más completa red de espionaje jamás antes conocida en América Latina.
Junto a Pradenas, trabajaban en el Departamento Cincuenta detectives de la talla de Carlos Wenzel, Rolando Briones, Jorge Besoaín y Marta Azócar, verdaderos paladines de la época, a los que se sumaban los nombres de René Carrasco, Mario Urzúa, Luis y Osvaldo Fuenzalida. Las actuaciones del Departamento Cincuenta eran ultrasecretas y con los sucesos de Puerto Varas, algunos funcionarios escogidos de la Dirección de Investigaciones con asiento en Valdivia, tuvieron que trasladarse a esa ciudad. Entre ellos iba Pradenas.
Algunas pistas y curiosidades
El nombre de Departamento 50 se debe al número de teléfono que tenía el anexo de la oficina donde funcionaba, el que estaba a cargo de Hernán Barros Bianchi. Transcurrieron dos meses desde que el grupo de nazis se proclamara en las orillas del gran lago. Fue entonces que los mejores funcionarios de Valdivia fueron llamados para iniciar la operación. Ahí se encontraba nuestro Gerardo Pradenas, el trupanino medio coyhaiquino. Ayudados por funcionarios del Registro Civil pudieron incautarse valiosos documentos que probaban legalmente la existencia del Partido Nazi, Seccional Chilena en Puerto Varas. Eso significaba que en Chile funcionaba un partido político que recibía órdenes y cometidos desde el extranjero, hecho que según la constitución constituye delito penado por ley.
El Juez de Puerto Varas se declaró incompetente y elevó los antecedentes a la Corte de Apelaciones de Valdivia, incluyendo siete detenidos. La Corte designó Ministro en Visita al magistrado Humberto Mewes, quien sustanció el proceso por más de un año. El Proceso Mewes hizo que Valdivia en 1941 se convirtiera en un espectacular centro de atención mundial. Paralelamente era descubierta en Punta Arenas una red secreta nazi con ramificaciones en Osorno, Puerto Varas, Valparaíso, Tocopilla y Santiago. Cada nuevo detenido era llevado a las cárceles y a cada cual se le requisaba un ejemplar de Mi Lucha, la Biblia del hitlerianismo, libro que había ingresado en forma clandestina al país.
El mundo seguía con atenta mirada el proceso en Puerto Varas y el subsecretario de Estado norteamericano denunciaba que América del Sur se estaba convirtiendo en fácil cuna del nacional socialismo alemán, permitiendo que centenares de ciudadanos alemanes desplieguen en tierra ajena actividades atentatorias contra la paz y la convivencia internacional.
Paralelamente, en las Cortes de Apelaciones de La Serena, Valparaíso, Santiago y Valdivia los recursos de amparo presentados por los alemanes colapsaban los sistemas burocráticos locales.
Las primeras grandes medidas
Lo primero que hizo el Departamento fue localizar y pesquisar los extranjeros y sus movimientos habituales en nuestro país, sin hacer distinción entre aliados o nazis. Ese seguimiento permitió formalizar un gigantesco kárdex de la presunta misión que cada extranjero venía a cumplir a Chile. En Santiago especialmente, la faena fue mucho más meticulosa, dada la alta población. Se descubrían valiosos documentos escondidos en tarros basureros y se vigilaban constantemente las transmisiones radiales de los alemanes residentes, algunas de las cuales lograban ser interceptadas descubriendo que estaban cifradas en sistema morse. En una de esas pesquisas se logró descubrir una casa ubicada en calles adyacentes de la Gran Avenida. La clave descubierta constituyó un verdadero rompecabezas para el Departamento 50, ya que se utilizaba el título de una novela y la fecha de transmisión proporcionaba un conjunto de letras y números que servían de base para cifrar el texto. Si la fecha era 14 de abril, el número era 144. También había claves con nombres como Apfel que significa manzana en alemán o empleando el vocablo alemán que traducido al alemán significaba flor. En Valparaíso había otras situaciones, por ejemplo, la casilla de correos de un conocido empresario llamado Bruno Dittmon servía como medio de contacto, el que era manejado por su esposa sin él saberlo. Paralelamente en la misma ciudad, un ciudadano chileno apellidado Cuneo ejercía el control sobre tres radios clandestinas en los cerros porteños.
Las radios clandestinas formaron en la época una poderosa y efectiva red de comunicación con el extranjero. Las aceleradas operaciones del Departamento permitieron rápidamente incautar dinero en dólares de centenares de domicilios, y hacerse de decenas de equipos radiotransmisores y los textos completos de los mensajes que se habían transmitido. Uno de los espías que mereció importancia era el ciudadano alemán Eugenio Ellinger que operaba bajo el nombre de Juan Valdés. Estamos en una época muy especial, enero de 1943, bajo la presidencia de Juan Antonio Ríos, año en que Chile y Alemania rompían relaciones diplomáticas, forzado nuestro país por la influencia norteamericana que veía con muy malos ojos lo que estaba sucediendo con los movimientos nazis en Chile. Incluso había llegado a oídos de los norteamericanos que se acercaban a las costas chilenas submarinos alemanes. Eso provocó una inmediata decisión de presionar a Chile para iniciar rupturas de todo tipo con el país europeo.
Santiago, sede oficial del Departamento 50
Fue entonces que el famoso Departamento 50, donde trabajaba Gerardo Pradenas, fijó su domicilio en pleno centro de Santiago, en la mismísima calle Moneda. Tenía estrecho contacto con el Palacio de la Moneda y la Cancillería. En el intertanto de haberse suscitado los acuerdos de rompimiento de relaciones, llegaron a integrarse al departamento unos cincuenta extranjeros estadounidenses y británicos, hablamos por ejemplo de Míster Wall y Albert Gould, ambos del Servicio de Inteligencia. Luego llegarían policías franceses e italianos que vinieron a conformar un verdadero contingente de educadores de la teoría del contraespionaje. En verdad lo que estaban haciendo nuestros policías criollos era bastante efectivo, toda vez que en un momento dado se llegó a clarificar el debilitamiento de la llamada Quinta Columna nazi, al comprobarse su sistemática desarticulación. Ellos mismos, los alemanes investigados y acorralados, comenzaron a guardar sus dólares en lugares que eran descubiertos, el fundo Lindenau de Malloco, algunos predios en Algarrobo y el hogar de un médico en el Hospital Militar. Este último hecho vino a levantar sospechas de que el ejército chileno estaba vinculado con el régimen de Hitler. Las acusaciones cobraban más vigor al señalarse que altos personeros de la institución armada se reunían secretamente con representantes del nazismo.
La lúcida y efectiva intervención de Gerardo Pradenas, fue puesta en boca de todos los funcionarios que laboraban en el Departamento Cincuenta. Su claridad y olfato eran tan diferentes al resto del grupo, que pronto se marcó la diferencia. Pradenas era incansable sabueso, arremetía instintivamente siguiendo un mandato personal, se adecuaba rápidamente a la nueva situación y encontraba soluciones y pistas realmente inesperadas. No conocemos ninguna anécdota que responda a estas aseveraciones, pero estamos seguros que no faltará quien nos las informe, especialmente sus silenciosos familiares que viven entre nosotros.
Sin duda, que el formar parte de un cuerpo de sabuesos como los del Departamento Cincuenta, caracterizaba una labor delicada y llena de suspicacias y jugadas de ajedrez. En ese mundo difícil se desenvolvía el profesional de Coyhaique. Quien le haya conocido sabrá perfectamente que estamos diciendo la verdad. Me parece recordarlo entre las nebulosas de mi niñez, pero creo que lo vi integrado a la apacible vida social de la Ogana y de los Huasos, donde no había nada que resolver como lo hizo en ese Departamento. Pradenas era peso pesado y todos lo sabían, por eso no pasaba inadvertido en los círculos de aquel Coyhaique de antaño. Notables fueron sus pesquisas, pero atribulados sus momentos de tensión en que debía dirigir una y otra misión de rescate de pistas, de detenciones y peligros.
Las listas negras y el boicot internacional
La última acción conocida para estos policías ocurrió cuando se tuvo que intervenir en las fatídicas listas negras de alemanes pertenecientes a estos movimientos de muerte, en circunstancias que las grandes empresas donde se destacaban apellidos alemanes o japoneses inmediatamente sufrían el boicot comercial de los Estados Unidos. Todavía operaban los bancos germánicos en muchas ciudades chilenas y el sistema ideológico impuesto por el nazismo continuaba funcionando impunemente.
La noche del 13 de noviembre de 1941 los calabozos de investigaciones se colmaron de alemanes detenidos, todos relacionados con el comercio y la banca. Figuraban nombres como Alfredo Kleiber y Walter Raifusch del Banco Germánico, los miembros del Partido Nazi en Santiago Otto Barttin, Joseph Sanders, Werner Siering, Ernesto Govvers, José Posselt, Hans Wilki, Ernest Schutter y Julio Baumann y otros. El ministro Mewes debía procesarlos. Toda esta organización comenzó lentamente a ser desbaratada por las acciones del Departamento Cincuenta, a cargo de Hernán Barros y con gente tan destacada como el policía Wenzel, Francisco Aceval, Osvaldo Fuenzalida y Gerardo Pradenas.
Qué duda cabe. Esta imagen tan especialmente recordada de nuestro casi aysenino Pradenas, debía ser elegida para estar en esta obra. Sin él, la inteligencia en Aysén hubiera demorado mucho en asentarse. Su personalidad fue demostrativa de lo buen profesional que se puede ser en esta nueva provincia, imbuida profundamente en sucesos como los hoy comentados.
OBRAS DE ÓSCAR ALEUY
La producción del escritor cronista Oscar Aleuy se compone de 19 libros: “Crónicas de los que llegaron Primero” ; “Crónicas de nosotros, los de Antes” ; “Cisnes, memorias de la historia” (Historia de Aysén); “Morir en Patagonia” (Selección de 17 cuentos patagones) ; “Memorial de la Patagonia ”(Historia de Aysén) ; “Amengual”, “El beso del gigante”, “Los manuscritos de Bikfaya”, “Peter, cuando el rock vino a quedarse” (Novelas); Cartas del buen amor (Epistolario); Las huellas que nos alcanzan (Memorial en primera persona).
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