El arte es un área que siempre ha estado presente en el diario vivir de los valdivianos y, en especial desde el siglo XIX, se impulsó como parte de los panoramas y entretenciones de las familias.
En la década del treinta del siglo XX se hizo necesario un espacio físico en Valdivia que permitiera el encuentro y desarrollo de expresiones artísticas como la música, el baile y la dramaturgia.
Si bien antecedentes de la época ya hablaban de la presencia de recintos como el Teatro Edén, el Teatro Valdivia, el Cine Central o el Teatro Alcázar estos no cumplían con la capacidad que se esperaba o se encontraban deteriorados con el paso de los años.
Según archivos de la Asociación Patrimonial Cultural de la Región de Los Ríos –actual entidad administradora del recinto-, en 1934 la empresa Teatral Valdivia, bajo el alero de los miembros de la Sociedad Comercial Consorcio Español, formada por los más destacados comerciantes de la ciudad y miembros también de la comunidad española local, iniciaron la construcción del edificio donde se albergaría la gran sala de espectáculos del Teatro Cervantes.
Añade que eran tiempos complejos a nivel nacional en distintos ámbitos, sin embargo, Valdivia se encontraba en pleno auge y crecimiento, luego de una serie de incendios que habían abatido el centro de la ciudad en los años 1859, 1864, 1904 y especialmente el de 1909, catalogado como el más grande de su historia.
La edificación en madera, muy presente hasta esos días, fue reemplazada por materiales y sistemas constructivos “modernos”, como el hormigón armado, cemento y enfierradura lisa, que permitieron una construcción en mayor altura, más resistente al fuego y antisísmica, según indica la Asociación Patrimonial Cultural de la Región de Los Ríos en su sitio web.
El edificio fue desarrollado por los arquitectos Jorge Swimbur y Eduardo Secchi, éste último con vasta experiencia en la edificación de salas de teatro en la época, pues participó en el diseño de la reforma del Teatro Municipal de Santiago.
El teatro no sólo contemplaba una sala de espectáculos, también incorporaba departamentos y locales comerciales, dando una buena respuesta al contexto urbano en el centro de Valdivia, configurando una de las esquinas más importantes del centro local.
Es imposible no mencionar algunos negocios emblemáticos de ese edificio como lo fueron la Sombrería La Capital o el Café Hausmann que actualmente aún funciona con el nombre de Das Haus y sigue manteniendo la tradición culinaria valdiviana.
El Teatro Cervantes fue inaugurado un 14 de noviembre de 1935 entre las calles Chacabuco con O’Higgins.
El estilo arquitectónico de este edificio es único en el sur de Chile y responde a la corriente neocolonial que intentó recuperar el estilo de los antiguos edificios españoles por lo que contrastó con la arquitectura alemana que predominaba en aquella época, muy apegada al uso de la madera.
Según la asociación patrimonial sólo en el Parque Forestal de Santiago se puede encontrar edificios con características similares al Teatro Cervantes.
Con el correr de los años el Teatro Cervantes añadió otra expresión del arte a su quehacer, el cine.
El recinto afortunadamente aguantó el remezón del terremoto del 22 de mayo de 1960, pues a las 15:11 horas –hora del cataclismo- había mucha gente viendo la película de terror “La cabeza maléfica”, pero para ellos la película de terror se cambió en vivo con el movimiento al interior del teatro.
Un testigo privilegiado de ello fue el psicólogo valdiviano Víctor Huaquin, que vivió el terremoto de 1960 al interior de la sala de cine del teatro.
“Recuerdo que cuando empezó el terremoto la gente empezó a salir asustada del teatro. Yo no me había dado cuenta que estaba temblando, sólo cuando vi que la gente corría. Yo me quedé como pegado a la butaca y en otra fila había otro joven a que conocía del colegio que también se había quedado pegado en su asiento como yo. Nos miramos, nos hicimos una seña y salimos corriendo al hall”, indicó Huaquin.
El psicólogo recuerda que la gente tenía miedo que la cúpula interior del teatro se derrumbara, pero finalmente resistió y añade que lo que sí se cayeron fueron algunos vitrales y que incluso algunos cayeron en personas que iban escapando hacia la calle Chacabuco.
En los años posteriores al terremoto, el Teatro Cervantes funcionó como sala de cine y compitiendo con el Cine Central hasta que éste dejó de funcionar en los años ochenta para dar cabida a una tienda comercial.
El Cervantes exhibió clásicos del séptimo arte en los años setenta y algunos antiguos valdivianos recuerdan las filas de personas que se formaron hasta doblando la calle para ver grandes producciones como El Padrino en 1972, El exorcista en 1973 o La Guerra de las Galaxias en 1977.
En los años ochenta las exhibiciones eran variopintas, pasando por películas del cine de acción, comedias y hasta películas del cine erótico italiano o europeas.
Ya en esos años muchos espectadores se quejaban de la mala acústica de la sala para escuchar las películas y los efectos modernos de sonido que el cine fue perfeccionando entrado el siglo XXI.
A mediados de la década de los 2000 el teatro dejó de funcionar como cine y hubo un tiempo en que se ocupó como centro de eventos, pero por poco tiempo y se cerró en 2007.
Fue el Gobierno Regional de Los Ríos el que lo adquirió en 2008, pensando en su remodelación y recuperación. El Ministerio de Obras Públicas invirtió más de 5 mil millones de pesos para su puesta a punto.
Fue el 7 de septiembre de 2019 que el Teatro Regional Cervantes fue reinaugurado y volvió a abrir sus puertas a la comunidad.
El actual teatro cuenta con una moderna infraestructura y considera 811 butacas en su primer nivel, más platea alta y galería. Se mejoró la acústica y se habilitaron salas de ensayo, oficinas, baños, guardarropía y hasta un estudio de grabación.
La fachada se mantuvo con su estilo neocolonial, respetando la nostalgia de su años más clásicos y manteniéndose como el centro cultural y punto de encuentro de las artes de los valdivianos.
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