El 8 de junio se conmemora el Día Mundial de los Océanos, un ecosistema al que Chile debe gran parte de su riqueza y su potencial de desarrollo económico. La costa de Chile es una zona con alta productividad primaria, rica en fitoplancton -base de la cadena alimentaria marina-, que nos ubica entre los 10 líderes del ranking mundial en pesca.
Esta privilegiada condición de diversidad que habita en nuestros océanos se produce dado que la costa chilena es una zona caracterizada por “surgencia”, un concepto que se refiere al ascenso de agua profunda a la superficie, la cual es más fría y rica en nutrientes, convirtiéndola en un hábitat muy productivo para el desarrollo de especies marinas que garantizan la cadena alimentaria. A grandes rasgos, esta surgencia ocurre porque el viento típicamente va en dirección sur a norte, en paralelo a la costa chilena, condición que desplaza dinámicamente agua superficial mar adentro, la cual es reemplazada por agua profunda. Este proceso sucede en las costas Este de océanos, por lo cual fenómenos similares ocurren en California y en varias zonas frente a la costa de África.
La intensidad de la surgencia, crítica para sostener el ecosistema marino, varía año a año de forma importante debido al fenómeno de El Niño. Cuando esta situación ocurre, la costa chilena se calienta, lo que genera un menor nivel de oxígeno disuelto y menor ascenso de agua profunda y rica en nutrientes. Esto implica menor productividad dado que los peces migran o mueren. En el caso de periodos de calentamiento costero extremo como los que se proyectan por el cambio climático, o como fue El Niño de los años 1997 y 2015, o El Niño costero de 2017, puede haber consecuencias catastróficas, que en 1997 incluso colapsaron la industria de la anchoveta.
Bajo los efectos del cambio climático, se espera que los vientos que producen surgencia se intensifiquen, lo cual favorece la productividad marina, desde fitoplancton hasta peces; mientras que las aguas más calientes implican menos oxígeno disuelto, lo que perjudica la cadena alimentaria marina. Frente a la costa de Chile existe la zona mínima de oxígeno más intensa del mundo, por lo que una reducción en oxígeno disuelto puede causar episodios de mortalidad masiva de vida marina. Al mismo tiempo, una mayor cantidad de dióxido de carbono bajo cambio climático acidifica el océano, lo que también tiene consecuencias ecológicas importantes.
En el futuro, estas condiciones pueden aumentar sustancialmente, lo cual es preocupante debido al impacto en la vida marina y las industrias que esta soporta. En este contexto, se han lanzado diversas iniciativas internacionales bajo el auspicio de la Unesco, como los proyectos GOA-ON y GO2NE, que monitorean respectivamente los niveles de acidificación del océano, y las zonas mínimas de oxígeno. De forma similar, en Chile el programa SIOCC, bajo el amparo de la COP-25, busca hacer un monitoreo integrado de la costa chilena.
Chile tiene el importante desafío de adaptarse al cambio climático. Si bien el nuestro es un país pequeño, estudios del World Resources Institute señalan que tiene la quinta costa más larga del mundo. En ese contexto, puede contribuir de manera significativa mediante políticas que comprometan la reducción de las emisiones de gases con efecto invernadero, que apunten a la preservación y a un uso más eficiente de recursos marinos, y leyes que se apliquen no solo a regular la industria pesquera, sino también una debida planificación de ciudades inteligentes y sostenibles, bajo una lógica de economía circular, y cuidado del medio ambiente.
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