Por Víctor Pineda R.
Mary Elizabeth Truss, Liz para sus amigos británicos; Chabelita para sus admiradores chilenos, duró apenas 45 días en el cargo de primera ministra del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte.
En tan corto plazo, lo más importante que alcanzó a hacer, fue despedir a nombre del Estado a su tocaya, la casi eterna Elizabeth II. Una vez terminados los miles de actos ceremoniales del funeral de la soberana y la preparación de la previa a la entronización del Charles III, el paciente. Durante ese tiempo, Liz Truss pasó piolita. Nadie se acordaba de ella porque el mundo entero estaba pendiente de lo que pasaba con la familia real.
Lamentablemente para Chabelita, fue pasando de moda el tema del traspaso de la corona, por mucho que Charles III, el paciente, aún no vea sobre sus canas el significativo e incómodo sombrero lleno de joyas, armiño y una que otra pluma.
Así que los ojos se posaron nuevamente en la política contingente y, especialmente, en la economía del otrora todopoderoso imperio. Y Liz no pudo soportar el vendaval que cayó sobre su plebeya testa.
¡Milady! -dijéronle- ¡nos parece que la está cagando, y lo mejor es que regrese al Parlamento a aprender otro poco! Ud. es bastante joven, así que tiene tiempo. Obediente como buena inglesa, Liz dijo: ¡OK. Me voy, que venga otro!
Y así de sencilla fue la salida de la Premier, mientras su partido, el Conservador, busca a otro. Entre los posibles postulantes se menciona al mismísimo Boris Johnson, el chascón que parece un clon de Donald Trump, aunque también se fue entre rechiflas antes de entregar el bastón de mando a Mary Elizabeth.
Esto no significa que sea necesario un cambio de partido en el gobierno. Tiene que haber una crisis mayor para que se convoque a elecciones generales y ahí sí van a la pelea los dos grandes conglomerados.
La salida rápida del primer ministro poco pillo viene desde el día que el hacha de Cromwell cayó sobre el real cogote de Charles I y se terminó el cuento del mandato presuntamente divino de que disponía el rey, para darle opción a los más terrenales señores políticos.
Podríamos pensar en algo parecido para nosotros. Cuando el jefe comience a guatear, lo mejor es que se vaya a su casa y que entre el suplente. Así no hay que soportar mucho tiempo ni tampoco tentarse con salida a la fuerza bruta.
Que conste que no lo digo por lo que está ocurriendo hoy en el país, porque con los años ya he visto a varios que no debieran ni haberse acercado a La Moneda a pedir permiso para pasar el baño, como uno que ni siquiera fue electo, pero que con el garrote en la mano terminó instalándose por casi 20 años.
Cambiamos de tema, porque nos vamos a la casita que el buen Leo Farkas acaba de donar a la ONG Desafío Levantemos Chile, la agrupación creada por el empresario Felipe Cubillos, fallecido en el accidente aéreo ocurrido en 2011, en el archipiélago de Juan Fernández, donde pereció también el recordado Felipe Camiroaga.
Como casi todo Chile lo ha hecho, yo también he buscado información acerca del inmueble que perteneciera a Farkas y, como casi todo Chile, me he ido de espaldas al ver de qué estamos hablando.
La encasillan en la categoría de casona o mansión, pero para uno, que solo ha visto obras así en revistas o portales de arquitectura, se trata de un palacete, que con dos baños más sería más palacio que nuestra austera La Moneda.
Sinceramente, a veces uno cree que casas así solo existen en Estados Unidos. No son tan groseramente grandes como las que construyeron las legendarias familias que se apropiaron del país en la etapa de industrialización, como los Rockefeller, Ford, Vanderbilt, Morgan, Carnegie y otros pesos pesados, que compitieron entre sí para ver quién lo tenía más largo (al comedor me refiero) para demostrar quién era el más rico.
Cosas de magnates, por supuesto, porque todos sabían que al lado de Rockefeller los demás no pasaban de ser entusiastas emprendedores.
La casa de Farkas en Lo Curro no está a la altura de esas ni de los palacios de los grandes aristócratas del pasado europeo, pero se acerca mucho a las moradas de nuevos ricos, como actores, músicos o deportistas. Los políticos no las muestran porque les da vergüenza y porque pueden preguntarles de dónde sacaron tanta plata.
John Travolta, por ejemplo, tiene un aeropuerto en el patio, y no para jugar con modelos o volantines, sino para aterrizar sus Boeings o Airbus en las dos pistas de la propiedad. En cambio, Lionel Messi se muestra mucho más recatado y lo que se muestra de su casa en Castellfedells, cerca de Barcelona, se ve sencilla en comparación al regalito de Leonardo.
Dicen los que entienden, que la gauchada de Farkas es mayor a lo que se ve, porque la mansión vale mucho más que las 150 mil UF que se fijó como precio, porque el Desafío tiene que venderla para aprovechar los recursos y dotar de un techo a familias humildes.
Si a Ud. le interesa la oferta, 150 mil UF, al 20 de octubre, son 5.173 millones de pesos. Hace algún tiempo, el “Chino” Ríos vendió la suya en ese precio, pero, sinceramente, no era tan linda ni tan grande como la de Farkas.
Suena increíble una donación de este nivel, pero que cada uno haga con su dinero lo que se le antoje.
Al resto no nos queda más que admirarnos, asombrarnos, reírnos y, también, ¿por qué no, si somos humanos? ponernos verdes de envidia.
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