Por Víctor Pineda Riveros.
Me van a perdonar, pero nuevamente voy a tocar el tema de los pellets para calefacción y las penurias que estamos sufriendo centenares de familias chilenas por la falta de abastecimiento del combustible.
Ya se ha dicho y escrito bastante en relación con el problema, así que no los voy a meter en las interminables filas ni en los duros intentos para llegar al objetivo a través de las páginas de internet.
No. Hoy me preocupa algo más de fondo: la plena vigencia que cobran dos antiguos y nunca superados antirefranes, por llamarlos de alguna forma, que señalan “¿Para qué vamos a hacer las cosas bien, si las podemos hacer mal?” o “No hagas hoy lo que puedes dejar para mañana”.
Me refiero específicamente a lo ocurrido en los últimos años, muchos ya, desde que se puso en marcha la campaña destinada a convencer a los usuarios de que era imprescindible preocuparse más por el medio ambiente y la salud de la generalidad de la población, lo que, entre otras medidas, exigía dejar de lado la ancestral costumbre de cocinar y calefaccionar los hogares con la leña como elemento básico.
Se atacó por el flanco de la humedad en la madera como factor de la mala calidad del aire. Era un punto indiscutible, porque es muy cierto que la leña mojada es causante de los negros nubarrones que se suman a los que envía la madre naturaleza en los días del duro invierno sureño, para dar paso a un cielo demasiado tenebroso, con un componente inevitable, pero inocuo, y una contraparte derechamente nociva, capaz de agravar a los enfermos e incluso matar a los pacientes de males respiratorios.
El factor económico hizo que mucha gente optara por continuar usando leña incluyendo la húmeda, en desmedro de la seca o certificada, mucho más cara. Esto se mantiene hasta el día de hoy, a pesar de las restricciones y las promesas de sanciones.
Más tarde, se dio el vamos al Programa de Recambio de Calefactores, del Ministerio de Medio Ambiente. Como sabemos, consiste en que, mediante una selección aleatoria de los interesados, se les proporcionaría un equipo de calefacción a pellets, a cambio de la entrega de las antiguas estufas y cocinas a leña.
El proceso contempló el pago de cien mil pesos por un artefacto mucho más caro. Fueron muchos los favorecidos, así como fueron muchas las familias que hicieron el esfuerzo de comprar por su cuenta un aparato de similares o superiores características que los entregados por el ente estatal.
Aquí llegamos a la parte más álgida del asunto. En un comienzo hubo abrazos y congratulaciones, campañas, foros, mucha difusión. Todo marcharía sobre ruedas y, gracias a la eficacia de los flamantes calefactores, podíamos comenzar a despedirnos del frío e, idealmente, de la contaminación ambiental. Llegaba el nuevo aire.
Sin embargo, hubo muchos hogares que quedaron off side, tanto por determinación propia como por falta de suerte o del vil metal. Para ellos, no quedaba más que recurrir al muy pertinente y caricaturizado Julio Iglesias y acompañarlo en el coro de “La vida sigue igual”.
La verdad es que la contaminación no ha desaparecido y para peor ya estamos en el segundo invierno en que los pellets brillan por su ausencia. Parece increíble en un país que se jactaba de contar con instituciones que funcionaban y que además funcionaban bien, que sus autoridades no hayan sido capaces de asegurar el abastecimiento normal y sin sobresaltos del combustible de la felicidad.
Ahora dicen que hay muchos factores actuando en contra, que la culpa es de Putin, de los chinos, de los marcianos que bailan ricachá, de la situación en la macrozona sur. En fin, no faltan culpables, pero faltan pellets y, lo peor, es que por fina algunas autoridades reconocen que el problema se va a estirar por unas cuantas semanas más.
Perfecto. Quiere decir que de aquí al verano habrá pleno abastecimiento, así que dejemos de preocuparnos. Resulta extraño todo esto, sobre todo porque ocurre en un territorio con extensas plantaciones de pino y no solo en las zonas conflictivas.
Me encantaría volver a ver a los que aseguraban que en un futuro cercano ya no habría problemas, porque además es dificultoso o casi imposible contactarse con las empresas a cargo del tema. Sus locales cerraron para impedir las ominosas filas de los necesitados, pero tampoco hay respuesta por internet.
Al final, parece que hay que felicitar a los que se quedaron con la leña, como única opción o como medida de resguardo. Hemos sabido, y no nos ha quedado más que reírnos, que algunos se pasaron de listos y en vez de entregar la estufa ‘oficial’ para el recambio, dieron un viejo armatoste que recogieron de la basura o compraron a precio de ganga y de segunda mano, para luego enchularlo hasta a hacerlo parecer último modelo.
Ahora, frente a la ausencia de pellets se calientan con la vieja, a la estufa me refiero, llena de la igualmente vieja y querida leña, que húmeda y todo calienta más que un aparato muy moderno, con computador incluido, que no sirve de nada porque hubo gente que no hizo la pega y se olvidó de que para que sus promesas tuviesen asidero, lo primero que debían asegurar era la existencia del combustible en invierno y no en verano.
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