En estos días de incertezas en nuestro país azotados por la pandemia, he revisado con atención la agenda política nacional (electoral) con la coherencia de las políticas públicas. Dentro de ello, hice un cruce de estudios internacionales, referido a la calidad democrática, ellos son: Democracy index y Freedom in the World, que en sus informes 2020, presentan resultados preocupantes, por el aumento de los populismos, con una disminución de los valores democráticos, de la cultura política y de los resguardos institucionales. En uno, de esos estudios Chile, Costa Rica y Uruguay, se encuentra dentro de las democracias plenas. Un tercer estudio de V-Dem de la Universidad de Gothemburg, muestra a Chile con un desempeño a la baja, en la categoría de democracia liberal a “electoral”, lo que significa que sus valores a la democracia, están en riesgos.
Con mayor o menor intensidad, todos percibimos una diferencia entre lo que existía y lo que puede existir. Una tensión, que es lo que hoy está en la agenda política-electoral, con las políticas públicas y que es donde se define la construcción de las legitimidades, ya sea para la mantención ó construcción, del contrato social y que cobra relevancia en este tiempo para conjugar las legítimas diferencias, en la construcción de la palabra en común, llamada nueva Constitución Política y las elecciones de Gobernadores, Alcaldes y Concejales.
En estos momentos, con un año electoral marcado por el desafío constituyente, los chilenos esperábamos que el proceso permitiera sentar las bases de una mejor convivencia. Hasta hoy, hemos escuchado una preocupante medianía en el debate político. Existe un número significativo de postulantes a cargos de poder, que carecen de mirada de largo plazo y una idea sólida del país. Se escuchan, generalidades y retóricas, sin un proyecto convocante que permita ser articulado con las políticas públicas, junto a un escenario mundial complejo, donde el entorno es de cambios, profundos y significativos.
Albert Camus, señalaba:”Los asuntos humanos son complicados en detalle, pero simples en principio”.Así, para quienes hemos estudiado y trabajado en las políticas públicas, sabemos que la combinación de las ideas, deben ir de la mano con el debate social, donde se responda a la pregunta: ¿Cómo se puede pasar de las ideas a la acción pública?, es decir, si esas ideas tienen impacto y concreción en la ciudadanía con resultados, esperables y exigibles.
Dan Quayle, decía:”Tú haz las políticas públicas, yo haré la política”.Una buena política pública, incluye el aspecto político, sin el cual sería inviable. En cambio la acción política puede llevarse a efecto, independiente de las políticas públicas, pero para su deterioro y bien lo sabe,la ciudadanía cual es el costo de una “desafortunada” política pública.Es por eso, que en la democracia representativa, se buscan los acuerdos amplios, que permitan alcanzar, los desafíos sociales que demanda la ciudadanía y se logre el objetivo.En esa búsqueda de acuerdos, es donde proliferan las ideas junto a la deliberación razonada, que tiene sentido, para el diagnóstico y diseño de políticas públicas y luego, para su implementación.
Es de esperar, que lo que señalaba en 1938, el filósofo Alain:”Nada es más peligroso que una idea, cuando se tiene una sola”, no sea una profecía autocumplida para nuestro país, por el nivel de polarización y populismo deldebate político, lo que hace asimétrica la generación de las políticas públicas, eficientes y focalizadas.
Nuestro país, tiene desafíos importantes dentro de esta pandemia, cual es preservar nuestra democracia y sus valores, para lo cual se requiere de liderazgos que vuelen alto y que permitan mirar el horizonte, como ha sido tradición en estos cuarenta años de vida republicana, que con luces y sombras, siempre ha tenido una coherencia entre la agenda política-electoral con las políticas públicas.
Marta Canto Castro
Administrador Público
Licenciada en Ciencias Políticas y Administrativas,
UCEN, Profesora Universitaria
Presidenta Fundación Foro de Los Ríos.
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