Como sabemos y como consecuencia de la pandemia del coronavirus, probablemente por primera vez desde la II Guerra Mundial no se había generado una alteración tan grande en la producción, flujos comerciales y la movilidad de las personas a nivel global. Lo que hasta ahora era un mundo hiper integrado, en poco tiempo se ha vuelto un mundo más fragmentado.
¿Quién iba a pensar el año pasado, incluso en la peor proyección, que una pandemia iba literalmente a paralizar el mundo? Claramente nadie.
Si al inicio del fenómeno, cuando se desató en China, la mayoría de los analistas pensaba que esto iba a generar una disrupción pasajera en la cadena productiva y que evidentemente iba a golpear la economía mundial al ser dicho país el fabricante de una parte muy relevante de las manufacturas mundiales, nos encontramos ahora en un escenario de crisis sin parangón, con una drástica baja en la producción mundial a todo nivel, lo que se está traduciendo en desempleo y contracción del gasto por la incertidumbre reinante. El modelo económico mundial, ha visto sus pilares resquebrajarse abruptamente. El ciclo del aumento productivo permanente fundado en el consumo, ha recibido una estocada profunda. En las anteriores crisis siempre se generaba un efecto rebote, con mayor consumo y producción que el nivel previo a la crisis. ¿Volverá a suceder lo mismo cuando cese el contagio y el virus sea un mal recuerdo? Sin duda que retomará el intercambio y se reactivará el consumo, con sus efectos multiplicadores en la economía mundial. Pero es relevante preguntarse cuál será el legado y lecciones de esta inédita situación que atravesamos.
En ese ejercicio es posible distinguir y anticipar las siguientes características que podrían emerger y tendencias que van a profundizarse:
La relocalización productiva.
La capacidad manufacturera actual, especialmente la de mayor valor agregado, se ha ido concentrando en unos pocos países. Asociado a esto se ha desarrollado una red logística que cubre grandes distancias y por lo tanto se vuelve más frágil ante las contingencias. Ello genera una gran dependencia de unos pocos y presenta el riesgo permanente de la interrupción del suministro. Esto debiera llevar a desconcentrar geográficamente los centros productivos, acortando las distancias de suministros. Si la guerra comercial entre China y EEUU ya estaba generando un movimiento de inversiones productivas, especialmente hacia el Sudeste Asiático, ahora habría que pensar en otras zonas como Latinoamérica y Africa, donde hay poblaciones importantes y de creciente poder adquisitivo. En paralelo a esto se acelerará el internet de las cosas en los países, avanzando a la producción hogareña de muchos elementos. Si estas tendencias se dan en la línea mencionada, estaremos además impactando positivamente en la lucha contra el calentamiento global, al reducir sustantivamente la huella de carbono. Esto será retroalimentado por la tendencia en las generaciones más jóvenes de privilegiar el comercio local y justo.
Actualmente el intercambio intrarregional en América Latina es uno de los más bajos entre los continentes, solo arriba de Africa y siendo Europa y Asia del Este los mercados más integrados. Como la mayoría de nuestras economías se sustentan en la exportación de commodities, la crisis actual ha reducido nuestras exportaciones y también el intercambio regional. Pero como en toda crisis hay una oportunidad, esto puede ser el momento propicio para incursionar en los mercados del vecindario y darse cuenta, en muchos casos, que se pueden hacer mejores negocios, literalmente a la vuelta de la esquina.
Los servicios y las manufacturas son las que más se pueden ver beneficiados en el corto plazo. Sin embargo, para que esto sea sostenible en el tiempo y para no sucumbir ante la competencia asiática, europea o estadounidense, es indispensable generar economías de escala y avanzar en la concatenación productiva de una cadena regional de valor, en la misma línea que lo han hecho por ejemplo los países del sudeste asiático. Bajo ese concepto, los países generan una serie de productos intermedios, que derivan en un bien final, como un automóvil. En el sudeste asiático se producen partes y piezas de las principales marcas japonesas, las que luego son ensambladas en alguno de esos países, o en el mismo Japón.
Desde esa perspectiva, el valor agregado de las exportaciones latinoamericanas es alrededor de un 18%, frente al 49% y 42% de las exportaciones europeas y asiáticas.
Urge cambiar de modelo productivo y en esto se requiere el concurso de los gobiernos, que faciliten la integración económica entre nuestros países, con énfasis en la producción manufacturera. La Alianza del Pacífico puede ser una plataforma para aquello, pero es indudable que hay un largo camino que recorrer.
Por el lado de las empresas, estas tienen que repensar la forma de producir y hacer negocios. La aceleración de la economía digital producto de la pandemia es otra oportunidad, para territorios tradicionalmente excluidos del comercio, de integrarse a un mercado mayor. ¿Cómo se insertan las empresas de la Región de Los Ríos en ese nuevo esquema? ¿Cómo agregar más valor a lo que hacen y diferenciarse de la competencia? A modo de referencia, piensen en Nueva Zelandia, probablemente uno de los países más alejado de los centros de consumo, que se ha erigido en una potencia exportadora de productos lácteos que compite exitosamente con países que producen significativamente más y que tienen menos costos de transporte.
Integración del conocimiento al ámbito productivo.
La economía del conocimiento es cada vez más relevante en la producción y su valor agregado. En esa línea, es esencial articular la investigación universitaria con las empresas, lo que sigue siendo la excepción en nuestros países. Esto requiere de un cambio de mentalidad, tanto en nuestras universidades como entre los empresarios, además de esquemas de financiamiento e incentivos tributarios que incentiven esa sinergia. Considerando que Valdivia es una importante sede universitaria, ¿qué rol está jugando la investigación científica local en el desarrollo productivo regional? ¿En qué se podría mejorar? ¿Cómo impactará la elección de gobernadores y la mayor autonomía regional en esto?
Cambio en los patrones de consumo.
Uno de los efectos de la crisis que vivimos es que a nivel mundial el nivel de vida se deteriorará, al menos en lo que a consumo se refiere. Como la vigencia de la pandemia es incierta, la duración de este efecto puede ser larga. Tendremos que cambiar mucho de nuestros hábitos, privilegiando los productos de primera necesidad y aquellos que sean más duraderos. Esto podría incidir positivamente en la dinámica de la obsolescencia programada que existe actualmente en el sector tecnológico (teniendo que cambiar forzosamente nuestros celulares, computadores e incluso artefactos de cocina cada cierto tiempo porque dejan de funcionar), volviendo a la lógica de contar con artefactos que duren mucho más tiempo y sean reparables. En materia de ocio, probablemente disminuirá el turismo de larga distancia, privilegiándose locaciones en el propio país o en el vecindario. En ese escenario, Los Ríos podría salir beneficiada. Pero ello no debe ser la ocasión para rebajar los estándares de infraestructura y atención.
Cambios en el trabajo y en la cultura de negocios.
La cuarentena preventiva o forzosa en todas partes ha implicado un espectacular desarrollo del teletrabajo, lo que no tendrá vuelta atrás. Esto incidirá sin duda en la desaparición de muchos empleos cuando pase la contingencia e impactará también en la forma de relacionarnos, disminuyendo seguramente en una proporción relevante los desplazamientos de negocios o por cometidos públicos. Esto implica que muchas personas, que por ejemplo solo iban a un lugar a veranear, como sería el caso de las segundas viviendas en la Región de Los Ríos, podrían optar por estadías más largas o derechamente en radicarse. Esto indudablemente puede generar mayor dinamismo económico local, al mismo tiempo que reforzar el pool de talentos locales.
La seguridad alimentaria.
Este tema que ha sido parte recurrente de la agenda comercial mundial y era considerado como una “barrera” (en la lógica de los TLC) a los intercambios, ahora cobra una nueva dimensión. Los países deben disminuir su dependencia externa y fortalecer su agricultura para poder abastecer su población en casos críticos como el que vivimos. Junto con ello, elementos como la inocuidad y trazabilidad alimentaria reforzarán su importancia. Nuevamente esto representa una oportunidad para diversos sectores de la agricultura local, tanto para el abastecimiento nacional como internacional.
Sin duda vivimos tiempos duros y de incertidumbre, y podrán venir circunstancias y efectos aún más difíciles. La unidad y solidaridad serán fundamentales para mitigar el impacto de estas consecuencias. También el cambio de hábitos. De lo que hagamos en estos días, dependerá el mundo del mañana. ¿Por qué no pensar en una sociedad mundial menos desigual y más sostenible? Irónicamente el coronavirus podría ser el catalizador para ello.
Abogado Juan Pablo Glasinovic Vernon
Fundación Foro de Los Ríos
Grupo DiarioSur, una plataforma de Global Channel SPA. Powered by Global Channel