El lago Llanquihue posee un paisaje idílico que invita a la admiración natural y a la reflexión, sin embargo cuando los vientos de la cordillera están fuertes se vuelve tan bravío como el más difícil de los mares. Fue en estas aguas, hace 90 años, que se produjo una de las peores tragedias, el naufragio de la embarcación “Moewe”, frente a la bahía de Puerto Octay, y que trasladaba a la banda instrumental del Regimiento Caupolicán de Valdivia.
Ocurrió un 28 de febrero de 1931 y por aquel año causó expectación entre los sureños la visita de sus majestades británicas los príncipes de Inglaterra Eduardo de Gales y Jorge de Windsor, quienes querían conocer las maravillas del lago Llanquihue y se hospedaron en unan casona de la península de Centinela. Se organizaron varias actividades para agasajar a ambas personalidades, entre ellas un concierto de la banda del Regimiento Caupolicán de Valdivia, una banda que daba espectáculo a todos los lugares a los que era invitada.
Por aquellos años el Regimiento Caupolicán tenía un fuerte arraigo con los vecinos de Valdivia, por lo que era muy querido y varias familias tenían algún tipo de relación con esta unidad militar, ya sea por un pariente o algún amigo, por lo mismo la tragedia que vivieron tocó, no sólo a Valdivia, sino que a todo el sur de Chile.
CAMBIO DE PLANES
El alto mando del Ejército de Chile encomendó ese verano de 1931 la misión de ofrecer un concierto a los príncipes de Inglaterra en la península de Centinela, sin embargo el concierto nunca pudo realizarse.
Según los estudios del investigador histórico Eduardo Vidal Mansilla los príncipes tenían un carácter más bien apático y, supuestamente, uno de ellos se habría pasado de copas, por lo que no estaban con ánimo de un concierto.
La banda, frustrada, debió retornar a Puerto Octay vía lacustre, ya que en esos años no existía un camino para vehículos motorizados. Según Eduardo Vidal se tomó contacto con el capitán del vapor “Chile” para que éste adelantase la hora de zarpe y recoger así a los músicos en la Península Centinela. Lamentablemente, el vapor se encontraba sin leña y sus calderas no tenían la presión suficiente para poder zarpar de inmediato.
Los músicos, al ver que demoraba la llegada del vapor, e impacientes por regresar a Valdivia se dieron cuenta que en el muelle estaba atracada la lancha “Moewe”, la que tenía una capacidad máxima de 20 pasajeros.
La lancha era de propiedad de Egon Balduino Martin y se veía en excelentes condiciones, por lo que los músicos le solicitaron al patrón de la lancha que los llevara hasta Puerto Octay. El capitán de la “Moewe” aceptó sin saber que en desde Puerto Octay ya había zarpado el vapor “Chile”.
Arriba del “Moewe” todo era cordialidad y risas, algunos tocaban sus instrumentos relajadamente, sin sospechar la tragedia.
EL CHOQUE
Eran alrededor de las 10 de la noche de ese 28 de febrero de 1931. La noche estaba oscura y el vapor “Chile” tuvo que hacer uso de focos para poder orientarse desde Puerto Octay a Centinela, mientras que del lado contrario el patrón de la “Moewe” recibió de golpe el destallo y perdió la noción de la ruta. El vapor se dio cuenta tarde de la presencia de la lancha y la embistió con tal fuerza que la partió en dos y varios músicos fueron lanzados al agua.
Asustados, los tripulantes de la “Chile” lanzaron salvavidas al agua y el patrón de la embarcación dio marcha atrás, pero esa maniobra fue peor, pues la hélice succionó los cuerpos que estaban en el agua los que murieron despedazados.
A esa altura el terror se apoderó de los que estaban en el agua que, totalmente desorientados, intentaron nadar hacia la orilla, pero lo hicieron hacia el lado contrario y ya sin fuerzas se hundieron en las aguas del lago Llanquihue. Aun así algunos lograron llegar a la orilla nadando o rescatados en botes, todos en total estado de shock. Entre esos salvadores se destaca la figura de David Otay, un modesto pintor, de semblante humilde, que arrojó al agua un bote y con total sangre fría sacó a seis músicos del lago, salvándolos de morir ahogados.
Siempre en momentos apremiantes aparece justo un héroe en el alma del que menos se le espera y ese fue esa noche David Otay.
EL DOLOR
Fue una noche de perros, sintiendo el frío en los huesos y lamentando la pérdida de compañeros y amigos. A la mañana siguiente hubo más claridad de lo ocurrido: 12 militares habían perdido la vida, además del patrón de la “Moewe”. Trece vidas que se desperdiciaron en un desafortunado accidente.
Los fallecidos fueron el maquinista Sofanor Águila, además de los militares sargento primero Luis Núñez Lazo, sargento segundo Julio Meza Sura, sargento segundo Pedro Albarracín A., sargento segundo Carlos Riffo Inostroza, cabo primero Matías López Quinteros, cabo primero Eliseo Manzo Vásquez, cabo primero Enrique Bastidas Vergara y los soldados Teófilo Soto Barros, Óscar Palma Salazar, José Luis Carrasco Valdés, Eric Gradt Vitalis y Raúl Casas Triviños.
La noticia se difundió rápido y pronto llegaron las condolencias al comandante del Regimiento Caupolicán, desde el presidente de la República Carlos Ibáñez del Campo hasta los propios príncipes de Inglaterra que, conmovidos por la inesperada tragedia, enviaron una hermosa corona de flores y sus respectivas condolencias a los familiares.
MULTITUDINARIO FUNERAL
El funeral de los músicos del Caupolicán fue multitudinario. Casi todos los valdivianos, impactados por la tragedia, salieron de sus casas para despedir a los doce militares como si fuesen héroes.
La prensa de la época habla que 20 mil almas acudieron a ese funeral sin distinciones de clases sociales. Se menciona entre los presentes a autoridades civiles y militares, el comercio, la banca, cuerpo consular, instituciones obreras, deportivas, colegios públicos y particulares, sindicatos obreros, Federación de Sub-oficiales en Retiro, Cuerpo de Bomberos, Cruz Roja de Hombres, club musical Eleuterio Ramírez de Collico, Bandas de Niebla y de Corral, Cuerpo de Carabineros, Club Militar Alemán, Club Musical Concordia, una delegación del Batallón Zapadores de Osorno, delegación del Escampavía Leucoton, Sociedad Unión de Costureras, Sociedad La Fraternidad, Banda Eleuterio Ramírez de Temuco, Congreso Social Obrero, Unión y protección de Señoras, Triunfo ilustrado femenino, Sociedad de Tipógrafos, Gremio Gráfico, Club Musical El progreso, Sociedad La Esperanza, Club de Tiro al Blanco General Baquedano, Sociedad Empaquetadores de Comercio, Brigada de Scouts Eleuterio Ramírez, Sociedad Maquinistas y Fogoneros Santiago Watt llegaron hasta el cementerio General de Valdivia para darles el último adiós a las víctimas de la tragedia.
Los cuerpos de los infortunados músicos del Regimiento Caupolicán descansan en el mausoleo del Ejército de Chile, casi a la entrada el Cementerio General de Valdivia, por lo que no han sido olvidados por sus camarados actuales, ahora del Regimiento Membrillar.
En Puerto Octay la tragedia también es recordada de tiempo en tiempo, de hecho hay una placa conmemorativa que la municipalidad de dicha comuna instaló el 28 de febrero de 2000.
REGIMIENTO DEL PUEBLO
Los antiguos valdivianos aún recuerdan con cariño al Regimiento Caupolicán, pues como dijimos en el inicio de esta crónica, estaban muy afiatados con la vida civil, de hecho tenían un equipo de básquetbol que competía activamente en la Asociación de Básquetbol de Valdivia, eran populares las veladas boxeriles que organizaban y que eran abiertas a todo público y su banda instrumental era el orgullo, no sólo de ellos, sino que también de la ciudad.
Los antiguos valdivianos tenían la costumbre de pasear por la Plaza de la República los días domingo y junto a la glorieta se ubicaban los músicos del regimiento para amenizar las tardes, luego de las salidas de misa desde la Catedral. La banda reunía mucho público en la plaza, dándole un ambiente de alegría a la vida cívica de los valdivianos.
Creado en 1906 por decreto del presidente Germán Riesco, se instaló en la ciudad de Lautaro, pero en 1908 se trasladó a Valdivia y permaneció en ella hasta 1969. El cariño se reflejó en 1931 con la tragedia del lago Llanquihue con la presencia ciudadana en los funerales de sus 12 músicos. Sus efectivos cumplieron una labor fundamental durante el terremoto del 22 de mayo de 1960 y por eso cuando recibieron la orden de ser trasladados a Porvenir la sociedad valdiviana lo lamentó profundamente. Era el regimiento de un pueblo.
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