Desde hace décadas que Futrono tiene una relación con su Plaza de la República que se ha ido tornando agridulce. Ubicada en un rincón, divorciada de la mayor parte de la actividad social, contrario de lo que significa cualquier plaza en cualquier punto del planeta; un lugar de encuentro humano y convergencia urbana.
Al observar nuestra plaza, construida aparentemente en uno de los períodos alcaldicios de Santiago Guarda Paredes, se puede suponer que su ubicación fue definida para aprovechar la favorable vista al lago Ranco, donde podíamos ver esplendorosos atardeceres en verano, de hecho incontables parejas de pololos se dedicaron amor y fidelidad con ese paisaje de fondo.
Es de suponer que quienes trazaron originalmente el sector urbano de Futrono apostaron a que un día el pueblo crecería desde allí hacia el lago, pero la llegada de la Caja de Compensación de Los Andes cambió cualquier plan, real o no, en esa dirección.
Ahora profundicemos en este asunto. El sentido fundamental de una plaza es que sea un lugar público, abierto, concurrido, que invite a la cohesión social, asimismo que sea parte de la identidad y pertenencia de la población, un lugar relevante en el paisaje urbano, además de ser una suerte de recepción al aire libre para el visitante, y parte importante del patrimonio local, que marca el centro en torno a la cual se va configurando todo el proyecto de ciudad, y por lo común suele ser motivo de orgullo para el poblador que la reconoce como suya.
¿Ocurre lo mismo con la plaza de Futrono? Diríamos que se queda en deuda en la mayoría de los puntos anteriores, además “la Caja” se apropió del fondo paisajístico, así que la plaza se convirtió en un pariente lejano para la vida social de Futrono, que de tanto en tanto adquiere algo más de vida con alguna actividad puntual de la municipalidad o de otra institución. El caso de Futrono y su plaza es tan particular que bien pudiera ser objeto de estudio en alguna tesis de arquitectura o antropología.
El replanteamiento de este importante y tradicional espacio, para dar paso a que sea un real aporte a la comunidad futronina, es una tarea pendiente en la que hasta el momento ningún alcalde se ha manifestado abiertamente. Eso sí, parece haber un consenso entre las autoridades y representantes en cuanto a la necesaria renovación del edificio municipal, que ya no cumple con lo necesario para el desempeño de los servicios públicos, y esto debiese ser aprovechado para proyectar también una nueva plaza como un conjunto claro y evidente para la nueva imagen de Futrono.
Una idea al menos se escuchó hace más o menos 20 años; que la nueva municipalidad debiera construirse en el espacio que hoy ocupa la plaza, en tanto que la plaza debiera quedar en el lugar donde ahora está el municipio. Si esto es viable o no de acuerdo a lo que la normativa urbana dictamina, es materia de evaluación para los funcionarios pertinentes, ya que está claro que otro espacio no hay para instalar una nueva plaza.
Bueno, quizás sí existe otro espacio, pero significaría impulsar un ambicioso (y sumamente costoso) proceso de cambio urbano que ni la burocracia estatal ni la propia comunidad considerarían prudente o aceptable apoyar, el punto es este; es válido preguntarse por qué los antiguos futroninos no consideraron como emplazamiento del municipio y de la plaza el terreno que terminó ocupando el Colegio José Manuel Balmaceda, lugar que está situado en el corazón de la ciudad, junto al comercio, el acceso al lago y la conexión hacia Los Castaños. Si de soñar se trata, ahí hay un bonito sueño que reconfiguraría nuestro Futrono. Insisto, es solo un sueño.
Ahora, desde aquí va una exigencia a mirar nuestra plaza y proyectarla para que sea finalmente lo que todo ciudadano espera de toda plaza; un lugar de encuentro, central, vivo, y que sea un orgullo para todos.
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