Un Suzuki Swift 1.2 GL Sport MT recibieron Cristofher Ríos Godoy y Alejandra Arriagada López, residentes de Río Bueno, quienes con un entretenido relato sobre un viaje a Bariloche, Argentina, ganaron el concurso con el que la compañía japonesa celebró sus 100 años de historia.
La pareja recibió el premio la jornada de este martes 15 de junio, en la sucursal DercoCenter Escobar de Osorno, durante una ceremonia en la que se destacó que durante marzo casi 3.500 clientes y amigos de la marca enviaron, desde distintos lugares del país, sus historias con autos de esta empresa. En total fueron 16 los relatos premiados con estadías en distintos lugares de Chile, cuyos ganadores están en el instagram de la marca @suzukichile_
Cristofher recuerda que “nos enteramos del concurso por redes sociales y la idea de participar fue de Jani. Ella es siempre la que tira para arriba e impulsa los planes”, reconoce el joven de 29 años, quien señala que su familia es de Futrono, pero él vivió en La Unión y ahora está trabajando en Río Bueno.
Agrega que “contamos la historia de nuestro Suzuki Alto, nuestro “tomatito cherry”, con el cual fuimos a Bariloche, antes de la pandemia. Teníamos mucho temor de si íbamos a llegar o no en pleno invierno, pero el autito aguantó a mil”, cuenta el joven, que está terminando la carrera de Ingeniería Naval en la Universidad Austral de Chile.
Y precisa que “nos propusimos que si escribíamos algo, iba a ser para tratar de ganar y no sólo participar y contar una anécdota. Por eso, le dedicamos tiempo. Escribíamos, íbamos corrigiendo y cambiándole cosas, para que saliera un relato entretenido y fácil de leer”, recalca el ganador.
En tanto, la riobuenina de 30 años expresa que “esta ha sido una experiencia increíble”, y entre risas comenta que “todos nuestros familiares y amigos nos preguntaban cuándo iba a llegar el auto, y hoy el sueño se hizo realidad”, enfatiza.
Alejandra agregó que el premio “nos abre puertas para nuevos proyectos y para pensar en nuevos viajes, porque nos encanta recorrer Chile. Ahora quizás más lejos, en este auto que es más grande”, adelantó esta fonoaudióloga que trabaja en una escuela municipal de esa comuna.
Junto con señalar que “uno no logra dimensionar lo que es ganar un auto hasta que pasa”, Cristofher enfatiza que “el auto quedó a mi nombre pero es de ambos, por supuesto. Vivimos juntos y somos una pareja. La historia es de los dos y el premio también es de ambos”, subraya.
Y, antes de despedirse, el flamante ganador comenta que está formando “Cuatro Clavos”, una pequeña empresa de carpintería.
“Es algo que siempre me gustó hacer y aproveché la oportunidad. Ahora, con esto del auto, fue un plus enorme. Y si no era éste el momento, no sé cuándo. Así que me atreví”, relata con orgullo este joven emprendedor de la Región de Los Ríos.
HISTORIA
El siguiente, es el relato con el cual Cristofher Ríos y Alejandra Arriagada ganaron el concurso de Suzuki:
“Montados en el bus, inquietos por la larga espera y ansiosos a que el aviso a viva voz del auxiliar fuera: “el paso fronterizo se abrirá muy pronto, aguarden tranquilos que en unas horas estaremos en Bariloche…” no pasó. La realidad era otra, el agua nieve golpeaba las ventanas y el viento mecía los árboles haciéndolos parecer banderas flameantes, más allá del límite chileno, la nieve se amontonaba en la ruta, ventisca tras ventisca, impidiendo el paso de todos. “Viento blanco en la cordillera” fueron las palabras que se lograron oír por la radio del conductor, entonces un golpe frío y desolador nos hundía en nuestros asientos. Frustrados y en silencio fue el retorno, si hasta los niños apagaron sus risas y acallaron sus juegos con tan amarga noticia. Ya en Osorno, reagendamos el viaje para tres días después, la perseverancia de mi preciosa novia es algo que no la dejaría rendirse sin antes dar pelea, y ni siquiera el nevazón más grande del 2019 aminoraría sus deseos de llegar a destino. Pero la suerte es traviesa y el clima es algo que queda completamente fuera del alcance de todo poder terrenal, esta vez, ni siquiera salimos de nuestra casa en Río Bueno. Nos contactamos con la empresa de transporte y nos informaron que el dinero de los pasajes sería devuelto prontamente, lo que no mejoraría prontamente sería el clima, la nieve continuaría cayendo durante toda la semana al igual que nuestro ánimo.
-La perseverancia o porfía pueden llegar a ser lo mismo y mi novia sabe de aquello-. Esperamos a que pasara lo peor del invierno y nada impediría que una tercera vez fuera la vencida y en esta oportunidad no lo haríamos en bus, sino que en nuestro glorioso “suzukito” o “tomatito cherry” como ella lo llama. Un Suzuki Alto 800 color rojo perlado año 2015... Yo sabía de lo apañadores que son los Suzuki pues mi primer auto fue un Baleno burdeo top de línea, original japonés año 98, oriundo de Frutillar que al final terminé vendiendo a precio de huevo por un apuro económico. De las lucas, ni hablar, no vi ni un quinto, lo que quedó de él fue una escurridiza foto gracias a la obsesión de mi papá por registrarlo todo y compartirlo en las redes sociales, además del padrón y una llave que guardo en una empolvada caja de zapatos.
Temerosos -yo más que ella, tal vez por mi mayor conciencia de los riesgos o mi manía excesiva de querer pensar en todo- nos aventuramos en lo que a vista de nuestros amigos parecía no tener mucho sentido y entonces las dudas se acrecentaban dentro de nuestras cabezas, “¿podrá el autito más pequeño del mercado, cruzar a través de la inmensa Cordillera de los Andes?, no es un viaje tan largo, 164 km no era algo de qué preocuparse ¿o sí? Y la nieve, ¿se habrá derretido lo suficiente para no quedar varados en medio de la nada? ¿y las subidas? ¡¿y las bajadas?!” Reconozco que mi fe era escasa, a diferencia de la de ella, que era enorme. Confiaba en sus 800cc de potencia y sus cuatro pequeñas rueditas, tal cual lo haría un caballero errante confiando en su corcel, no por ser la poderosa bestia que desearía, sino por ser éste quien lo carga. Al final y para sorpresa mía, el viaje fue de lo más tranquilo, el “tomatito Cherry” aguantó a mil, estuvimos donde quisimos a la hora que quisimos y la aventura en Bariloche fue genial y de la nieve casi ni nos acordamos, ni mucho menos de los temores auto-inventados, pues una vez en suelo argentino fueron desapareciendo rápidamente.
El “suzukito” es un auto pequeño, desde luego, pero desde ese primer viaje a larga distancia, nos hemos aventurado a todas partes. Nuestro Suzuki Alto siempre ha estado a la altura de las circunstancias, suele parecer que no, pero siempre se las arregla para estarlo”.
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