Las actuales cifras de la economía no están para lujos. La caída del crecimiento, la desaceleración que no se marcha, el encarecimiento global de la vida mientras los sueldos no suben, la merma sostenida de las pensiones, hablan de una desconfianza ya instalada.
En ese estado, la caída estrepitosa y permanente del gobierno en las encuestas, hasta los índices conocidos esta semana, un 70% de rechazo, la más alta desaprobación desde que tengo memoria, es un factor que tampoco ayuda a elevar la puntería.
Son señales que gritan que la conducción no anda bien. Y nos golpea más fuerte a quienes vivimos en regiones, donde sabemos que las condiciones son desiguales respecto a las oportunidades de emprendimiento que ofrece el centro.
La pérdida de confianza en las instituciones públicas suele venir de la mano de la contracción de la inversión y el empleo. Pero en nuestro caso, ésta ya estaba instalada. Y poco han ayudado en el último año y medio la seguidilla de reformas ideológicas que han generado incertidumbre y que terminan castigando todavía más el bolsillo familiar y la iniciativa del 80 por ciento de los emprendedores que pertenecen a la clase media.
De ahí que es necesario que más allá de cónclaves, que suelen ser más odas a la autocomplacencia que otra cosa, el gobierno de una vez por todas ponga los pies en la tierra y ajuste fuertemente el rumbo de un timón que va a la deriva. Las aguas están bravas, pero el capitán del buque parece que, pese a todas las señales, aún no se ha dado cuenta.
Mención especial al plano local: Me preocupa en este escenario, la costumbre que se ha instalado de aportillar todo nuevo proyecto de inversión, público o privado, que surge en Valdivia. Porque una cosa es tener postura sobre determinados temas, pero otra muy distinta, es el chovinismo.
Tendencia, moda, desconfianza generalizada. No lo sé. Lo cierto es que de un tiempo a la fecha se ha vuelto insufrible invertir en Los Ríos. Siempre hay algo para decir que no, pero poca actitud del sistema público para defender la inversión y el empleo. Una señal más de alerta porque, como señalé al inicio, los tiempos no están para lujos.
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