Los años pasan de manera inexorable, al igual que las vidas que van moviendo a las ciudades. A veces pasamos por las calles, los árboles o las casas casi por costumbre y sin preguntarnos sus orígenes, con poca capacidad de asombro, y la verdad es que Valdivia está llena de historias asombrosas y una de ellas es la de la plazuela Simón Bolívar, la del árbol de corcho.
Por años dicho espacio es punto de encuentro de quienes esperan las líneas de microbuses o de estudiantes secundarios y al adentrarse a él destaca el busto del prócer Simón Bolívar, de una gran palmera y en un rincón que da a avenida Pedro Montt, rodeado por una reja de madera y mallas, destaca solitario y desafiante al paso del tiempo un alcornoque o árbol de corcho.
Este árbol es la única especie de su tipo que está en el parque y en toda Valdivia y por años ha llamado la atención de los amantes de la botánica o simplemente de los curiosos que quieren tocar su exótica corteza. La acción de vándalos que sacaban pedazos de él hizo que la municipalidad decidiera enrejarlo para protegerlo.
Lo cierto es que existe una diversa variedad de árboles en la Plaza Simón Bolívar de Valdivia, mientras que el popularmente conocido como “árbol del corcho” es una especie que no es autóctona. Por lo que pudimos averiguar se trata de un Quercus Suber, una especie originaria de la región mediterránea occidental de Europa y África y aseguran que puede vivir hasta los 250 años gracias a su corteza gruesa y esponjosa.
¿Pero cómo llegó este árbol a Valdivia? ¿Quién lo plantó? Las respuestas nos llevaron a retroceder en el tiempo por lo menos hasta unos 150 años y la historia resultó fascinante.
El terreno donde se ubica la actual Plaza Simón Bolívar era parte de la propiedad de la familia Harnecker Frick y cuyo patriarca era el colono alemán Guillermo Harnecker, un ingeniero berlinés que se asentó en la ciudad y que, además, era un enamorado de la botánica.
Tras construir su mansión entre los terrenos del parque Simón Bolívar, del parque Harnecker y parte de lo que es el supermercado Jumbo, Guillermo Harnecker comenzó a plantar árboles autóctonos y mandó a traer desde Europa otras especies.
Guillermo Harnecker, en su papel como ingeniero agrimensor, ayudó a trazar el camino que unió Valdivia con La Unión (el famoso camino viejo), además de trazar el proyecto del Hospital San Juan de Dios de Valdivia. Junto a esto era un destacado músico y creó varias operetas.
El genio de Harnecker vivió hasta 1881 y la mansión y los parques fueron heredados por su hijo Reinaldo, quien se casó con Guillermina Frick, hija del científico Guillermo Frick. Reinaldo siguió el legado de su padre y plantó más especies en sus terrenos.
En conversación con Julio César Avendaño, investigador histórico y creador del sitio de recopilación https://historiadevaldivia-chile.blogspot.com, comentó que la idea de Harnecker era hacer en su mansión un parque zoológico con distintas especies arbóreas y que incluso alcanzó a tener en el terreno faisanes y pavos reales que llamaban la curiosidad de los valdivianos de esos años y que bautizaron el lugar como “el parquecito”.
Entre los árboles que plantaron los Harnecker, tanto en la plaza Simón Bolívar como en el parque que lleva su nombre están el arrayán (Luma apiculata), la camelia (Camelia japónica) el falso plátano (Aesculus hippocastanum), el liquidámbar (Liquidambar styraciflua), y la acacia negra (Acacia melanoxylon. Las especies exóticas son las dominantes en el parque, mientras que las especies nativas son la araucaria, arrayán, avellano, chilco, chinchin, coihue, corcolén, mañío de hojas largas, notro y la palma chilena.
Y entre todas esas especies estaba el alcornoque o árbol de corcho, especies que Harnecker plantó a fines del siglo XIX, por lo que fácilmente podemos especular que el mentado árbol y todas esas especies superan los 100 años de vida y son un pequeño pulmón verde de la ciudad.
Lamentablemente no hay imágenes acerca de cómo era la mansión Harnecker Frick y el parquecito en aquellos años, pero sin duda debió ser una maravilla.
En 1918 fallece Reinaldo Harnecker y toda la propiedad pasó a manos de su viuda Guillermina Frick, muy apreciada por los valdivianos por ser benefactora de varias iniciativas a inicios del siglo XX.
Según el investigador Julio César Avendaño entre 1914 y 1918 la familia inicia un lento proceso de venta de terrenos con la Municipalidad de Valdivia, cuya idea era expandir la calle Picarte. “Por aquellos años la calle Picarte llegaba sólo hasta donde está el torreón y la idea era expandirla porque no había comunicación terrestre, sólo una huella hundida entre lo que hoy es Picarte con Condell”, indicó Avendaño.
Añade que entre 1912 y 1913 la Municipalidad de Valdivia ejecutaba obras para iniciar una urbanización más moderna y empezó a pavimentar las calles. En el sector de Picarte, cerca de la propiedad de los Harnecker, estaba la dificultad que no se podía acceder por tierra hasta el Cementerio Alemán, por lo que se tenía que llegar por el río con los cortejos.
“La municipalidad inició los loteos de los terrenos en torno al parquecito y ahí se une la calle Picarte hacia el sur hasta el Parque Cousiño, que ahora conocemos como Plazuela Berlín. Esto ocurrió en 1913. Después los Harnecker vendieron lo poco y nada que quedaba de los terrenos y se inició una segunda plantación de palmeras en el lado sur de Picarte. Esos terrenos los adquirió la municipalidad entre 1931 y 1932, gracias a uno de los mejores alcaldes que hemos tenido en nuestra historia, don Jorge Bustos León”, manifestó Avendaño.
En 1937 fallece la heredera Guillermina Frick, viuda de Harnecker, y en 1939 la República de Venezuela realiza un gesto especial con Valdivia, le regala un busto del prócer independentista Simón Bolívar, efigie que fue instalada en el sitio que había sido de los Harnecker Frick, dando origen a la plaza que todos los valdivianos conocemos.
También se da vida al actual Parque Harnecker, ubicado detrás del estadio, en homenaje a la obra de Guillermo Harnecker y su amor por la naturaleza, un legado que perdura en Valdivia hasta nuestros días.
Avendaño indicó que los loteos en aquellos terrenos avanzaron paulatinamente, pues la intención de la municipalidad era crear otro cementerio y reemplazar al antiguo que estaba en terrenos de lo que hoy es el estadio municipal y el parque Simón Bolívar. Por otra parte, en 1939 se inició la construcción del puente Calle Calle, muy cerca del lugar, por lo que la modernización urbana de Valdivia era algo apremiante para el municipio. El puente Calle Calle se inaugura finalmente en 1944.
El tema del cementerio era sensible y se destacaba en las crónicas de los diarios de la época con descuidos de tumbas y hasta profanaciones de ellas. Finalmente, dicho terreno fue entregado a la municipalidad para proyectas una “villa olímpica” que sería el Coliseo y el estadio, mientras que el actual cementerio general se abrió en 1928.
Así, de lo particular que resultó el interés del árbol de corcho nos encontramos con una historia fascinante de la urbanización de Valdivia y que la marca hasta nuestros días. Bien decía Shakespeare, “no hay escenarios mediocres”, y Valdivia, sin duda, no lo es en absoluto.
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