Don José Manuel Balmaceda Fernández fue un grande como repúblico y para el pensar de este cronista, su alma “nos sigue penando” por su iluminismo político del porvenir de Chile y su ejemplar personalidad.
Ciudadano de una rectitud, sinceridad y honestidad que en el presente nos parece tan difícil de lograr como correr hacia el horizonte y darle alcance.
Tras el efecto mártir que dejó por su suicidio por honor, en el mismo día del término oficial de su mandato como Presidente de la República de Chile, el 19 de septiembre de 1891. Intencionado simbolismo. Fue para no dar el gusto a sus enemigos de vejarlo y humillarlo en vida, lo que más deseaban.
Indagando en su trayectoria, se encuentra a un ser humano paradigma de virtudes, alguien que en este siglo XXI nos hace tanta falta.
¡Vaya que sí!
Por supuesto, hay, en torno a él, mitología y leyenda, circunstancia siempre presente en relación a personajes y hechos del pasado.
Pero nosotros hemos terminado apreciándolo al ir encontrando dato a dato y “golpe a golpe” en nuestro país desde 1972 en adelante, la perfilación de un chileno y político superlativo. Es una valoración emergida de antecedentes y no de subjetivos sentimientos.
Es un político (también abogado y periodista) que ha sido analizado ampliamente en la literatura histórica en controversia de panegíricos y reprobaciones. “El Champudo” le decían sus enemigos, “defensor presidencial” lo llamaban sus adeptos.
HONESTIDAD INÉDITA
En estas líneas queremos únicamente recordarlo en un solo aspecto que ya es mucho y que en este minuto arrasaría inédito en el universo político y social: su HONESTIDAD.
¿Quién hace esa?
Después de la Guerra del Pacífico, nuestro país incorporó a su territorio a la antes peruana provincia de Tarapacá, centro de una riqueza mundial y única: el salitre natural.
Por las “martingalas” que tuvieron espacio (especulaciones legales en el contexto, permitidas por decisiones que adoptó el estado), este recurso natural pasó casi totalmente a manos del que sería llamado “Rey del salitre”: el británico John Thomas North, cabeza de un gran monopolio.
Recordemos que todavía en la segunda mitad del siglo XIX, la agricultura venía por siglos siendo la fundamental actividad humana por la necesidad de alimentarnos. El mayor trabajo necesario a nivel mundial era realizado para tener que comer. Y el salitre, producido en Chile, era el más “milagroso” fertilizante disponible. Para North, negocio mucho más que redondo, para “forrarse” a varias manos llenas.
En el transcurso del gobierno del Presidente Federico Santa María, el que antecedió, nada se hizo al respecto de tal situación (sin duda, hubo muchas cosas que atender en su gobierno, y una especialmente, terminar la Guerra del Pacífico).
FACTORÍA EXTRANJERA
Diferente ocurrió en la administración siguiente, la de Balmaceda, quien como “en el agua clara” vio lo negativo que era para el estado-nación, su presente y futuro, que tamaña riqueza del territorio nacional fuera el monopolio de un extranjero.
Planteó que no se podía permitir que una vasta y rica región estuviera convertida en una factoría extranjera (¿Dónde más habré escuchado eso?, me parece bien conocido, ¡cáspitas!). Se propuso cambiar la situación aunque fuera en parte, por el bien superior de Chile.
El magnate Thomas North se defendió igual como en la guerra y el amor, donde todo vale. Desde Londres al comienzo, pues se encontraba en viaje de negocios.
Luego se vino a Chile más cargado que “Viejo Pascuero” con “engañitos” para el gobierno y los políticos.
No trajo un saco al hombro porque fue –lo leí- un barco lleno de… “bote a bote” con souvenirs tentadores. Y como los tahúres, traía una carta bajo la manga, la ambición de comprar todas las propiedades salitreras que todavía no eran suyas. Se encontró con una voluntad presidencial en línea opuesta.
North se entrevistó con el Jefe del Estado, Balmaceda, pero fue como juntar aceite con vinagre.
Se sabe que el monopolista empresario le reservó al Presidente un obsequio especial. Una dádiva ad hoc, para quien era uno de los empresarios agrícolas más importantes del país: dos caballos reproductores del más fino pedigree. Una tentación máxima, de éxito asegurado de antemano. Irresistible. El “aceitamiento” perfecto, con “premeditación y alevosía”.
Don José Manuel, no titubeó un segundo. Lo rechazó.
En su estilo –era hombre de finos y educados modales, además formado en la diplomacia- le hizo la tremenda “tapa”…de salón a Míster North (nos disculpamos por tan castizo término, pero lo vemos como el más expresivo para la síntesis de lo que significó; lo importante, escribió Lope de Vega, es “el verso claro”).
Le expresó formalmente, que esos caballos reproductores los donara a la Quinta Normal de Agricultura, para que así quedaran en beneficio de todo el país en vez de servir al ciudadano Balmaceda.
¡Que grande!
RESPETO ETERNO
Nos pueden decir de todo en contra de tal estadista, los detractores. Exhibir miles de argumentos derrumbadores, textos más grandes que la enciclopedia británica. Son Nada.
Es que ese solo gesto, un acto crucial en una circunstancia ordinaria, retrata a nuestro personaje de cuerpo y alma enteros –así lo consideramos-. Eleva, al ciudadano Balmaceda, a alturas de respeto y admiración eternas, por HONRADO.
(Sin tener bola de cristal, aseguramos que nunca conoció de este episodio el Ministro de Vivienda y Urbanismo 1994-1997, el riobuenino Edmundo Hermosilla Hermosilla, un corralero, porque en el escándalo de las casas Copeva, malogró su carrera política por “caballo regalado” en su cumpleaños; la prensa mencionó dos, pero él, en “confesión” de arrepentido a La Tercera reconoció que fue uno).
“EN GUERRA”
El “Rey del salitre” de inmediato se puso en campaña; en “guerra” contra el estadista. Atacó a su modo: donaciones publicitadas (como un carro de bomberos en Iquique, en que la prensa estuvo feliz), viajes por el país dando “chicha y chancho”, banquetes y homenajes, encuentros con personajes de influencia y mostrándose gran amigo de Chile.
Todo con un notable aparato de relaciones públicas de esa época. Fue como una gran gira coimera, encabezada por un sobresaliente y manirroto “hombre del maletín”.
Nos impresionamos por una famosa lámina, publicada en Londres, donde el acaudalado North aparece en los baños de Cauquenes junto a nuestro glorioso general Manuel Baquedano; el mismo gran militar al que los congresistas rebeldes tentarían para sublevar al Ejército en contra de Balmaceda, pero que a último momento no dio el paso al frente y rompió filas hacia la retaguardia.
Esto vale un paréntesis.
(Abdón Cifuentes en sus Memorias, dejó constancia que a Baquedano se le presentó un acta, redactada por el mismo Cifuentes, donde se planeaba la revuelta; el general rehúso violentamente firmarla, diciendo: “-Por ahí pueden pillarme. Mi nombre…en blanco, en blanco”).
La intervención del magnate en contra del estadista chileno y su rol en generar el conflicto Congreso-Ejecutivo que reventó en la Guerra Civil de 1891, la que perdió el gobierno de Balmaceda, ha sido discutida.
Aunque es más que obvio –pensamos- que el “Rey del salitre” no buscaba únicamente ser simpático ni filántropo cuando hacía de “por la plata baila el monito”, porque lo primero era únicamente gasto, lo segundo “inversión”. Nada personal, solo negocios; tal cual lo dice Don Vito Corleone, el personaje central de la película “El Padrino”, un capo di tutti.
COMO EL CID
El Presidente perdedor en la contienda entre hermanos, chilenos; ganó, pese a todo, la batalla final del devenir institucional del país. Triunfó después de muerto, como el Cid Campeador.
El parlamentarismo impuesto por los congresistas triunfadores nunca logró dar mejor solidez y estabilidad que antes al país –como él avizoró en su llamado Testamento Político-.
El sistema parlamentario fue abolido en la Constitución Política de la República de Chile de 1925, que restauró el presidencialismo y fue para mejor.
También se impuso con un verdadero triunfo moral, por su honestidad e incorruptibildad. Le gustaban las grandes obras, porque “son eternas”. El se convirtió en una por su legado de ser.
LA LIBRETA DE BALMACEDA
Conoció muy bien las debilidades éticas de los políticos intervinientes en su época. Lo registró en …una libreta; la podemos llamar ahora “La libreta de Balmaceda”.
En ese cuaderno anotó de puño y letra la lista prolija de políticos de gobierno y de la oposición, diputados y senadores. En la página siguiente, registró los nombres de quiénes $e vendían y ¡en cuánto!
El histriónico y afamado periodista a “fórmula uno”, Tito Mundt, en “Las Banderas Olvidadas” (Orbe, Santiago, 1964) contó que ese documento se lo mostró especialmente el descendiente y político Raúl Marín Balmaceda (fue diputado y senador). Lo sacó desde una caja fuerte.
Mundt (nacista o ex nacista chileno, germanófilo podríamos decir, apasionado de la historia y admirador del trágico repúblico; vaya que mix) la miró “con los ojos cuadrados de impresión”, tratando de ver más contenido con la voracidad de reportero fisgón.
Marín Balmaceda le tapó las páginas, con la explicación:
“-No viejo. Eso no. En esta lista está la mayoría de los abuelos de mis amigos y colegas actuales”.
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Por: Abel Manríquez Machuca. Periodista.
Investigador Histórico
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