Pudo ser un verano cualquiera, pero el periodo entre los años 2016 y 2017 quedó registrado en la memoria colectiva por el fuego que desoló a gran parte del país, culminando con más de 570 mil hectáreas consumidas por las llamas, y una grave catástrofe socioambiental. Si bien hay mucho por develar sobre la naturaleza de los siniestros, se pronostica un aumento en su frecuencia e intensidad en el futuro.
Con el fin de comprender los distintos factores que impulsan este fenómeno, científicos chilenos y estadounidenses analizaronlos incendios, ocurridos entre 2001 y 2017, en seis regiones del centro y sur de Chile. Para ello, utilizaron información satelital y datos proporcionados por la Corporación Nacional Forestal (Conaf) para evaluar la influencia de las condiciones climáticas, la vegetación, la densidad de la población, entre otros aspectos, concluyendo que la protección y restauración del bosque nativo sería una de las claves para aminorar el impacto del fuego.
“Hemos visto un incremento de los incendios forestales en Chile debido a la combinación de tres factores fundamentales: el mayor número de igniciones intencionales o accidentales, provocadas por la actividad humana; el clima, marcado por una mayor sequía y altas temperaturas; y el combustible generado por el aumento de la vegetación inflamable, dominada por especies exóticas”,declara Aníbal Pauchard, científico del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB), director del Laboratorio de Invasiones Biológicas de la Universidad de Concepción (LIB), y co-autor de la investigación.
El estudio, publicado en PLOS ONE y liderado por Dave McWethy de la Montana State University, examinó la actividad de los incendios en las regiones de Valparaíso, Metropolitana, O’Higgins, Maule, Bío Bío y La Araucanía, las cuales concentran más del 85% de los incendios en Chile.
De ellas, las más afectadas por el fuego durante los 16 años de estudio fueron La Araucanía, con 600.314 ha, y el Bío Bío, con 357.450 ha, representando ambas el 60% de toda la superficie quemada. El tercer lugar lo ocupó el Maule, con 347.017 ha.
Rafael García, investigador del IEB y miembro del LIB, explica: “En el caso del Maule y Biobío, los incendios de gran extensión estuvieron asociados, principalmente, a plantaciones forestales en las que el fuego puede propagarse con mayor facilidad, mientras que, en La Araucanía, la gran cantidad de incendios recurrentes, y de menor expansión, se debieron a malas prácticas durante la ejecución de quemas agrícolas. Siempre se conjuga el uso desmedido y malicioso del fuego, las modificaciones en la composición de la vegetación y el cambio climático.”
En la actualidad, la zona central de Chile experimenta una mega sequía, junto a temperaturas extremas y fuertes vientos, condiciones que coinciden con las causas de incendios en otros lugares como Estados Unidos.
“Durante la mega sequía, tanto el número, el área quemada, la simultaneidad y la duración de los incendios de gran tamaño han aumentado significativamente. Las temperaturas máximas y el déficit de precipitaciones fueron los principales responsables, sumado a la gran homogeneidad del paisaje de plantaciones forestales, lo que facilita la ocurrencia y propagación de grandes siniestros” recalca Mauro González, académico de la Universidad Austral de Chile e investigador del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2).
Los bosques nativos, caracterizados por su mayor heterogeneidad de especies, han sido reemplazados por plantaciones exóticas homogéneas y más inflamables, especialmente de pinos y eucaliptus. De esta manera, conforman la “receta perfecta” para la propagación e incremento de futuros incendios.
García reconoce que “desgraciadamente, el pronóstico climático es desfavorable y debemos asumir que viviremos en condiciones más secas y calurosas.”
“El cambio climático está aumentando la frecuencia e intensidad de eventos secos y cálidos en la zona central y sur del país. Se espera que este proceso continúe agravándose y extendiendo la temporada de incendios a casi todo el año”, agrega Pauchard.
Frente a este preocupante escenario, los especialistas destacan la preparación que requiere la sociedad para prevenir y controlar los siniestros.
Por ello, algunas de las medidas más inmediatas consisten en limitar el uso del fuego, como eliminar las quemas para habilitar sitios o deshacerse de residuos, prohibir las fogatas en zonas silvestres, y educar sobre las causas e impactos de estos eventos. “Hay que entender que cualquier ‘llama’, incluido un cigarro al interior de un área con vegetación, es un incendio en potencia”, puntualiza García.
La “silvicultura preventiva” o manejo de combustibles es otra práctica de utilidad, ya que modifica, ordena o elimina la vegetación y sus residuos para evitar las igniciones, o en su defecto, para retardar su avance.
Pero si del mediano y largo plazo se trata, los esfuerzos deben enfocarse en la conservación y restauración del bosque nativo. Su diversidad y heterogeneidad ayudarían a disminuir la inflamabilidad del paisaje, además de amortiguar los efectos del cambio climático.
“Si no actuamos pronto, los futuros incendios eliminarán completamente del paisaje el escaso bosque nativo remanente entre las regiones del Maule y Bío Bío, como ya se está observando, por ejemplo, con los bosques de ruil”, advierte el académico de la UACh.
Pauchard sostiene: “Podemos unir esfuerzos para tener una visión más global de los patrones de incendios en Chile. Existe a nivel mundial una preocupación creciente por estos fenómenos catastróficos, por lo que resulta vital poder compartir conocimientos y técnicas entre países.”
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