Se cree que el uso indiscriminado de productos químicos y el cambio climático, entre otros factores, han influido en que en los últimos años haya aumentado de manera importante la presencia de diversas plagas en las praderas del sur, especialmente en las ubicadas en las regiones de Los Ríos y Los Lagos.
“Me atrevería a decir que en la actualidad 9 de cada 10 predios que hay en esa zona tiene algún grado de ataque. Esto es preocupante si se considera que el daño puede ir desde una disminución de un 5% de la producción hasta casi la pérdida total en algunos potreros con altas poblaciones de insectos. Esto, a su vez implica un costo económico importantísimo para el productor”, asegura Alfredo Torres, investigador del INIA Remehue.
Según los expertos, la mejor alternativa para mantener a raya este problema y disminuir los daños económicos asociados es identificar, cuantificar y eliminar, a través de tratamientos químicos o biológicos, las potenciales plagas presentes en el predio y llevar a cabo manejos complementarios que ayuden a disminuir la presencia de residuos vegetales en las praderas.
Identificar el enemigo
El primer paso de esta estrategia es realizar una adecuada identificación de la plaga que está atacando la pradera, debido a que en la zona existen varias especies documentadas, aunque son dos las que más preocupan.
Una de ellas es el gusano blanco, que corresponde a larvas de insectos como el pololo verde o San Juan (Hylamorpha Elegans) y el pololo café (Phytoloema Herrmanni), que se ubican bajo tierra y se alimentan de las raíces de las plantas, generando un daño que muchas veces es irreparable.
“Mientras el pololo verde vuela entre noviembre y febrero, el pololo café lo hace en octubre, con un peak muy corto. Por lo mismo, se estima que larvas de ambas especies comienzan a generar daño desde el verano en adelante”, afirma Alfredo Torres.
Según Máximo Alonso, académico e investigador del Instituto de Producción Animal perteneciente a la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Austral de Chile, esta es la plaga que en la actualidad genera mayores estragos en las praderas de la zona sur.
“He conocido productores de la zona sur que han tenido ataques de gusano blanco fuertes y han tenido que volver a sembrarla, lo que significa un gasto económico altísimo. Hay que considerar que sembrar una hectárea de pradera en la actualidad tiene un costo de entre $400.000 y $500.000”, agrega.
La otra plaga de alto impacto para las praderas del sur es la cuncunilla negra, que corresponde al estado larval de varias mariposas nativas, siendo Dalaca Pallens la más importante.
“La cuncunilla negra pastorea en la superficie de las plantas, ya que se come la vaina de las gramíneas”, dice Constanza Descalzi, asesora en praderas de Ferosor.
Esta especie, que suele encontrarse hasta 5 cm bajo tierra en junio, aumentando su profundidad a 10 cm en julio, es tremendamente problemática. De hecho, los expertos advierten que en la medida que existan más de 50 larvas por metro cuadrado ya se estará generando un daño económico en la pradera.
“Incluso, si se llegan a detectar 400 o 500 larvas por metro cuadrado y esto no es controlado a tiempo, es muy probable que se produzca un daño casi total en la pradera, lo que implica romperla y sembrarla de nuevo en primavera”, agrega Alfredo Torres.
El muestreo, una necesidad
Un paso clave para determinar la presencia de alguna plaga potencialmente peligrosa para la pradera es realizar un muestreo representativo del suelo, para lo cual se deben obtener al menos 20 muestras por potrero o unidad homogénea de terreno.
Si bien la toma de muestras se suele hacer con una pala, Alfredo Torres recomienda usar un muestreador, una herramienta similar a un barreno que tiene 10 cm de diámetro y 5 cm de profundidad.
“Con esta herramienta se puede hacer un muestreo más eficiente, ya que es posible tomar 5 veces más muestras que con una pala”, explica.
Este procedimiento debe llevarse a cabo en distintos momentos del otoño, con el fin de poder pesquisar tanto al gusano blanco como la cuncunilla negra.
Así, por ejemplo, para la detección del gusano blanco, lo más adecuado es tomar las muestras desde mediados de verano, ya que en esa época el insecto se encuentra a una menor profundidad.
“Por el contrario, se debe evitar realizar este procedimiento en invierno e incluso primavera, ya que los gusanos blancos pueden llegar a profundidades superiores a 15 cm donde el daño ya está hecho”, sostiene Alfredo Torres.
Si lo que se desea es detectar cuncunillas negras, las muestras deberían tomarse idealmente entre fines de mayo y junio, cuando las larvas ya comienzan a hacerse visibles en los primeros centímetros del suelo.
“El gran problema de tomar las muestras en mayo es que en ese momento las larvas son muy pequeñas, llegando a medir 1 a 2 mm, por lo que su detección a la vista es sumamente difícil”, dice Alfredo Torres.
Sin embargo, tampoco se recomienda que la toma de muestras se postergue hasta más allá del mes de junio, ya que las larvas aumentan su tamaño de manera importante.
“A partir de julio estas pueden llegar a medir 5-6 cm, transformarse en devoradoras y generarle un gran daño a la planta, sobre todo si hay altas poblaciones. Además, en julio pueden ubicarse a una profundidad de 10 cm”, indica Alfredo Torres.
Una vez obtenidas las muestras, estas deben ser analizadas por una persona capacitada previamente en el predio. Además se recomienda consultar con un profesional experto, quien recomendará al productor llevar a cabo o no un tratamiento fitosanitario.
De todas maneras, se entiende que, en el caso del gusano blanco, la presencia de unas pocas larvas en el predio justifica la aplicación de algún tratamiento.
En el caso de la cuncunilla negra, en tanto, los tratamientos suelen ser aplicados idealmente cuando las poblaciones superan las 50 larvas/m2, lo que equivale a 0,4 larvas por muestra con el barreno de 10 cm de diámetro o 2 larvas por pala de 20 x 20 cm.
¿Químicos o biológicos?
En caso de que se deba realizar un tratamiento fitosanitario, los productores tendrán que definir si se usan productos químicos o biológicos, dependiendo de sus objetivos y necesidades.
“Los tratamientos químicos son más rápidos en su resultado de control de la plaga que los controladores biológicos, pero estos últimos son más sustentables con el medio ambiente y perdurables en el tiempo. Por lo mismo, pueden controlar las larvas de la temporada siguiente”, afirma Constanza Descalzi.
Los productos químicos disponibles para cuncunillas negras suelen usar ingredientes activos como triflumuron y lambda-cihalotrina, y tienen un costo de entre $4.500 y $6.000 por hectárea.
En el caso del gusano blanco los productos químicos solo serán útiles si se usan en praderas recién plantadas, donde deben ser aplicados junto a la semilla. En caso contrario, explica Constanza Descalzi, las aplicaciones solo servirán para disminuir las poblaciones, pero en ningún caso para controlarlas. Incluso ensayos realizados por el INIA indican que bajo esas condiciones el tratamiento no tendrá ningún efecto sobre los insectos.
Por lo mismo, recomiendan que si se desea atacar a esta plaga en una pradera establecida lo mejor será utilizar alguno de los tratamientos biológicos en base a hongos entomopatógenos disponibles en el mercado.
Estos tratamientos biológicos, que deben ser aplicados idealmente entre marzo y abril, también se encuentran disponibles para combatir plagas de cuncunillas negras.
Un complemento
Los expertos concuerdan en que una buena medida para ayudar a bajar la incidencia de plagas en los predios es evitar la alta acumulación de residuos vegetales en las praderas durante la primavera y el verano.
“De esta forma, se podrá evitar que los lepidópteros y coleópteros aniden en ese lugar, y se sigan desarrollando a lo largo del tiempo”, indica Constanza Descalzi.
La experta también recomienda que las praderas que registren presencia de alguna plaga durante el otoño o invierno sean resembradas en primavera, si han sufrido daños severos.
“En ese potrero no se debe hacer una siembra con cero labranza, sino que considerando una preparación del suelo. Además, se tienen que usar ballicas con hongos endófitos y desinfectadas”, complementa Descalzi.
El factor clima
Si bien a la fecha no existen estudios que demuestren que el clima influye en la mayor o menor presencia de determinadas especies dañinas para las praderas del sur, la experiencia indica que esto es así.
“Hemos visto que cuando hay veranos lluviosos o medianamente lluviosos, los huevos de cuncunilla negra, por ejemplo, sobreviven de mejor forma, por lo que en otoño suelen registrarse más ataques”, dice Alfredo Torres.
Al contrario, en veranos muy secos, como el de 2008 o 2015, los expertos han observado una menor prevalencia de cuncunillas negras, debido a que se produce una mayor mortalidad de los huevos por falta de humedad en los suelos.
Un daño económico potente
Para Alfredo Torres el tema de las plagas en las praderas hay que tomárselo en serio, sobre todo si se consideran los perjuicios económicos que se pueden producir.
“Hay que tener en cuenta que con que el rendimiento de una pradera caiga un 5%, se estará generando un daño súper grave para el productor, ya que eso equivale a perder alrededor de 600 kg de forraje”, comenta.
El experto explica que esta pérdida, en el caso de la producción de carne, significa dejar de producir alrededor de 30 kg de carne, lo que equivale a perder $36.000. En el caso de la lechería, dice, esta merma llevaría a que se pierdan alrededor de $90.000 por hectárea.
“Si tomamos como parámetro la estrechez de márgenes que se manejan en estos negocios y a que en el sur el negocio está basado principalmente en el uso de las praderas, la irrupción de estas plagas puede transformarse en un verdadero desastre para los productores”, dice Máximo Alonso.
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