La noche del 7 de junio del año 1957 quedó marcado en la crónica roja de nuestro país, ya que la pequeña localidad de Pupunahue, comuna de Máfil, en aquel entonces de la décima región de Los Lagos, fue el escenario de una sangrienta masacre que terminó con la vida de una mujer y cinco de sus hijos.
Un hombre identificado como José Misael Roldán Concha fue el autor de los repudiables crímenes, y su historia pasó a ser conocida como la del Chacal de Pupunahue.
La tarde de ese 7 de junio de 1957, José Roldan, entonces de 27 años de edad, estuvo bebiendo chicha con su amigo Manuel Villagrán Roldán. Trabajaba en las minas de carbón y había estado horas antes en la cercana localidad de Antilhue, ya que debía firmar en el retén de carabineros a razón de qué gozaba de libertad condicional, tras haber sido condenado por otro asesinato 3 años antes, sin embargo al cumplir 2 años de cárcel pudo salir por buena conducta.
LOS HECHOS
Llegada la noche y en estado de ebriedad, el robusto sujeto de un 1.70 mts. de estatura y 80 kgs. de peso, cenó junto a sus padres y algunos de sus hermanos, luego decidió ir a comprar fruta donde una vecina llamada Laura Díaz Díaz, quien vendía provisiones en su humilde casita, y en el camino Roldan recogió un fierro.
Augusto Cavallari, profesor de derecho penal de la Universidad Central, señala que el Chacal “pide que le entreguen naranjas y cuando esta señora que estaba con 6 hijos (uno estaba trabajando en minería) vuelve con las frutas solicitadas, este la asesina a golpes, no sólo a ella, sino que termina por matar a sus otros hijos". Los menores tenían entre 1 y 14 años de edad, Roldan "piensa que están todos muertos, sin embargo una de ellas se salva".
La pequeña Nora Gómez Díaz, de 11 años, sobrevive al feroz ataque tras un golpe que la dejó sin dientes y tumbada en el suelo, al despertar alertó a la policía y reconoció al criminal.
La noticia del brutal crimen conmocionó a Chile, y fue consignado incluso en la prensa capitalina de la época, los detalles eran tremendamente escabrosos y relataban que Roldán incluso cometió necrofilia con el cuerpo muerto de la mujer, e intentó incendiar la casa para borrar las evidencias.
Durante el juicio, el Chacal se limitó a culpar al alcohol de su cruel ataque. En 1961 el magistrado del Segundo Juzgado de Valdivia dictaminó en primera instancia la pena de muerte, sentencia confirmada por la Corte Suprema al rechazar un recurso de casación interpuesto por la defensa del asesino, por lo que solo quedaba una última instancia; recurrir al indulto presidencial.
Augusto Cavallari explica que finalmente la pena de muerte no se cumplió, porque fue conmutada por presidio perpetuo por el entonces presidente Carlos Ibáñez del Campo, que en ese segundo mandato no era tan severo como en el primer periodo, así que estaba con la mano más blanda y por eso conmutó la pena.
POBREZA, ALCOHOLISMO Y VIOLENCIA NATURALIZADA
El testimonio de Jorge Luis Gaete, historiador de la Universidad Andrés Bello, señala que “hay que pensar que José Roldán desertó de la escuela a los 13 años, era miembro de una numerosa familia y ya desde muy niño comenzó a trabajar en faenas agrícolas, hasta que se vio involucrado en el asesinato de un capataz". La víctima de ese primer crimen era un capataz de una mina de carbón donde Roldán trabajaba y luego fue despedido, por lo cual intentó huir a Argentina, pero se entregó y fue condenado a 4 años en la cárcel de Victoria.
Gaete señala que el crimen de 1957 se da en esa situación de pobreza, de alto consumo de alcohol y de violencia naturalizada, cómo ocurría en esos años en el mundo rural chileno.
José Misael Roldán Concha murió en la cárcel sin poder acogerse a ningún tipo de beneficio por buena conducta, así se cerró esta historia escabrosa sucedida hace ya 64 años en la localidad de Pupunahue, comuna de Máfil.
Hoy, en el solitario sector donde ocurrieron estos sangrientos crímenes ya no existe la casa donde vivieron Laura Díaz y sus hijos, en su lugar se encuentra un hito, una animita que recuerda a las 6 inocentes víctimas, donde no faltan las flores y las velas que personas piadosas ponen para recordar a la familia, y rogar por su descanso eterno.
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