El fin de semana una voluntaria de la Tercera Compañía de Bomberos de Llifén protagonizó un accidente de tránsito en el sector Golfo Azul, en la ruta que une la localidad con Futrono, mientras acudía a su trabajo. Ocurrió después de participar, hasta altas horas de la madrugada, en el rescate de una persona extraviada en el Pico Toribio.
Afortunadamente, Valeria Beltrán, quien además es directora de su compañía, no resultó con lesiones de gravedad, pero, sin duda, con uno de los mayores sustos que se ha llevado en la vida.
Con más tranquilidad, y a una semana de ocurrido este lamentable accidente que causó daños en su vehículo, Valeria reflexionó y compartió su testimonio con Diario Futrono.
“Mi historia bomberil comenzó el año 2004, era para mí el mayor orgullo ser parte de las gloriosas filas de bomberos. A veces me imagino que pasaría por la cabeza de mis vecinos cuando me veían corriendo cada vez que sonaba la sirena, lo más sabido es que dicen los bomberos son locos. Quizá para ser bombero hay que tener un poco de locura.
Lo cierto es que cada vez que escuchamos la sirena, “el deber nos llama” porque si suena la sirena; alguien necesita nuestra ayuda y es en ese momento donde miramos a nuestros hijos e hijas, familia y, si el tiempo alcanza, le damos un pequeño y fugaz beso aún sabiendo que puede ser el último.
Desde el año 2019 a la fecha hemos realizado 5 rescates de personas, 4 de los cuales fueron completamente evitables con la planificación correcta. El último fue quizá el más comentado porque el accidente que sufrí fue consecuencia de 10 horas caminando y gran parte de ellas fue entre la nieve.
Fue difícil subir, ya que cada vez el frio se sentía con mayor fuerza, el cansancio comenzó a pasar la cuenta y muchos sufrimos calambres, pero el frio era tanto, que no podíamos descansar, así que entre nosotros nos dábamos ánimo y seguíamos caminando. Llegó un momento, cuando íbamos por sobre los 1.200 metros de altura aproximadamente, en que ya no podíamos más y decidimos que volveríamos ya que también las coordenadas del teléfono de la víctima lo localizaban en el pie del cerro.
Antes de bajar, uno de los muchachos gritó el nombre del joven y él nos respondió, fue como si nos inyectaran una bomba de energía y seguimos, hasta que finalmente logramos encontrarlo y comenzar el descenso que, por cierto, es mucho más difícil que el ascenso. Luego nos encontramos con el sargento Cayuqueo (Retén Llifén), quien le prestó ropa de abrigo y logramos traerlo sano y con vida.
NO SOMOS INDESTRUCTIBLES
Esa fue la historia de ese joven, la mía fue más desafortunada, ya que posterior a esto, como todos lo saben, sufrí un accidente de tránsito mientras me dirigía a mi trabajo. Afortunadamente estoy bien físicamente, mi vehículo quedó no en tan buenas condiciones, quienes me conocen saben que cada una de las cosas que tengo me han costado mucho, porque la vida no ha sido fácil para mí y, emocionalmente aún no se bien cómo estoy. Mi personalidad es extraña, oculto todo bajo una sonrisa, mi hija dijo: yo sé que mi mami está bien porque ella es fuerte, quizás no soy ni la mitad de fuerte de lo que ella cree.
Por mi parte no había asumido que podía morir, los jóvenes nos creemos indestructibles, pero no lo somos. Fue extraño y aun me cuesta asumirlo.
Soy bombera porque en mi naturaleza está el ayudar, porque si alguien necesita ayuda no lo dudaré en acudir, al igual que los 40 mil bomberos y bomberas de Chile, pero solos no podemos, si ustedes no nos ayudan es imposible. Yo pude morir y ningún aplauso sería capaz de consolar a mi familia.
Si alguna vez se expone gratuitamente me gustaría que, por un pequeño segundo, piensen que esos locos que corren cada vez que suena una sirena, tenemos una familia que nos necesita. Somos hijos, esposos, hermanos, padres y madres que queremos volver a nuestras casas y abrazar a nuestra familia, hay emergencias que son inevitables, pero perderse en el cerro es evitable.
Finalmente, quiero agradecer a Fabián, quien fue nuestro guía, es una gran persona, a mis queridos colegas del Cesfam Belarmina Paredes, a quienes nunca terminaré de agradecerles toda su preocupación y cariño, a mi familia, que ojalá algún día me perdonen porque sé que cada vez que escuchan la sirena ustedes sufren mucho.
A mis cofrades de cuerpo de bomberos Futrono y a mis leales tercerinos, solo puedo decir que tenemos ganado el cielo de tanto entrar y salir del infierno”.
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