El 27 de septiembre se ha instituido como el Día Mundial del Turismo, fecha que marca el fin de la temporada alta en el hemisferio norte, y el inicio de igual temporada en el hemisferio sur, teniendo como tema para este año “Turismo y trabajo: un futuro mejor para todos”, lo que pone énfasis en el turismo como generador de empleos, o sea un turismo promotor de desarrollo y bienestar socio-económico.
Ese anhelo de desarrollo a través del turismo es lo que persiguen las comunas de la Cuenca del Ranco, reconociendo el potencial que el conjunto entre paisajes, vías de comunicación, infraestructura, la inversión y la gente (entre otros), pueden aportar para desplegar la actividad turística y atraer recursos a nuestra zona.
El cómo alcanzar el desarrollo en la Cuenca del Ranco parece una discusión relativamente nueva, sin embargo desde hace décadas ha habido anuncios de despegue que no siempre se han concretado, un ejemplo de ello es el gran proyecto del llamado Ferrocarril Patagónico, que en los inicios del siglo XX pretendió unir a Chile con Argentina a través de una línea férrea cuyo inicio estaba en el puerto de San Antonio, en el océano Atlántico argentino, terminando en la ciudad de Valdivia en el océano Pacífico chileno.
Ya en el año 1870 Guillermo Rawson, ministro del interior de la República Argentina, escribía acerca de esta idea que en ese entonces comenzaba a tomar forma, y declaraba con desbordante y exagerado entusiasmo que “Cuando nosotros hayamos construido las doscientas leguas escasas que nos separan de Chile, una revolución inmensa se habrá apoderado en los rumbos comerciales del mundo.”
Este ferrocarril atravesaría la Patagonia argentina para cruzar la frontera hacia nuestro país ¿por dónde? Pues bajando por el sector de Rupumeica y el lago Maihue, tal como lo describe el ingeniero Santiago Marín Vicuña en su trabajo “Ferrocarriles Internacionales” del año 1914, que presentaba una serie de estudios técnicos y económicos sobre la infraestructura ferroviaria nacional:
“Este ferrocarril, en actual construcción hasta Nahuelhuapi, costeará ese lago y cruzando su desagüe, el río Limay, seguirá hacia el norte por Paso Escondido; tocará el lago Villarino, pasará la frontera por el Portezuelo cajón Negro, ubicado a sólo 1.180 metros sobre el mar, para bajar al lago Ranco por el valle Rupumeica y de ahí seguir a La Unión o a Los Lagos”.
Se puede deducir que aún no estaba claro si la vía férrea pasaría por el lado sur o por el lado norte del lago aunque años mas tarde el trazado tentativo se dibujó por Futrono, sin embargo, a pesar del entusiasmo inicial el proyecto nunca cruzó la cordillera de Los Andes por nuestra zona, las contingencias políticas y económicas en Argentina y el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914, sepultaron la idea para siempre.
Dados estos antecedentes, no es difícil echar a volar la imaginación tratando de visualizar cómo habría sido el entorno del Ranco si lo hubiese atravesado ese ferrocarril binacional; ¿hubiéramos despegado acaso con un turismo de nivel internacional desde antes de la mitad del siglo XX?¿Hubiésemos acelerado la extracción de recursos naturales?¿Tendríamos hoy un paisaje tan privilegiado como el que tenemos?¿Serían Futrono y Lago Ranco en Chile los símiles de San Martín de Los Andes y Bariloche en Argentina?¿Cuál hubiese sido el destino de las comunidades Mapuche-Huilliches de la zona?¿Acaso hoy existiría la comuna de Llifén en lugar de la comuna de Futrono?
Creo que la verdadera pregunta se enfocaría en dilucidar qué vía de desarrollo se habría abierto paso con la llegada de ese ferrocarril; ¿Turismo o explotación de recursos naturales?, planteo esto porque esa pregunta continúa muy vigente en la actualidad. Por una parte manifestamos que debemos impulsar el turismo, dirigiendo la inversión pública y privada a dicho fin; y por otro lado demostramos una incomprensible tolerancia hacia proyectos extractivistas, como si estos no afectaran el desarrollo a través del turismo.
Y es que ambas visiones son incompatibles, no podemos pregonar que tenemos un maravilloso paisaje natural para atraer visitantes, y al mismo tiempo permitir que se instale una línea de torres de alta tensión como una larga cicatriz de metal sobre ese mismo paisaje, eso es desechar la oportunidad que la propia naturaleza nos otorga.
Como el anterior, los ejemplos son varios, las intenciones de instalar proyectos extractivistas en la zona del Ranco están presentes; centrales hidroeléctricas, balsas jaulas, explotación de áridos a gran escala, tala de bosque nativo y su reemplazo por especies foráneas, vertimiento de aguas servidas a ríos y lagos, etc., es todo un conjunto de acciones y prácticas que se contradicen con el esfuerzo de consolidar el turismo en la Cuenca del Ranco, y a eso sumemos el problema del cierre de playas y accesos a ciertos lugares por parte de privados.
Por ello no solo las autoridades deben reflexionar y dirigir los destinos de las comunas, la sociedad organizada debe expresarse al respecto, participar y opinar, en definitiva decidir hacia donde debe apuntar nuestro desarrollo, un camino claro y definido, no a medias tintas.
En palabras finales, lo que el Ferrocarril Patagónico simbolizó en su momento fue una gran oportunidad que hubiera dejado en manos de nuestros antepasados la decisión de qué hacer para apropiarse del progreso, mi sincera opinión es que hubieran exacerbado la tala de bosques a tal punto que hoy solo conoceríamos el pino y el eucalipto, en ese sentido el ferrocarril que nunca llegó nos permite hoy tomar una nueva gran oportunidad que nos entrega el entorno natural de la Cuenca del Ranco y su gente; el turismo en perfecto complemento con el desafío y deber de respetar y cuidar ese entorno natural.
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