Hay muchos objetos importantes que usamos en nuestra vida cotidiana, y a los que estamos por demás acostumbrados. El cepillo de dientes es uno de ellos, ya que cumple la función elemental de mantener nuestra boca y nuestros dientes saludables.
Por supuesto, como muchos otros objetos, ha ido evolucionando a lo largo de los años, hasta llegar hoy a los cepillos de dientes sónicos, cumpliendo el mismo fin de una manera más moderna.
Un cepillo de dientes sónico cumple la misma función primordial que los cepillos regulares, claro, con algunas diferencias. Es necesario aclarar que los cepillos sónicos tampoco son lo mismo que todos los cepillos eléctricos o rotatorios.
Un cepillo sónico usa un tecnología de vibración de alta frecuencia, aplicada para que la técnica de cepillado sea aún más efectiva a la hora de eliminar la placa bacteriana. Esto se logra por la velocidad de la vibración, barriendo los filamentos que se acumulan sobre el esmalte y llegando a los espacios a los que suele ser difícil acceder para su limpieza.
Al contrario de lo que puede llegar a pensarse, los cepillos sónicos limpian los dientes y la boca con delicadeza, ya que su sistema está preparado para ser efectivo y cuidadoso. Claro, siempre será necesario elegir uno de buena calidad. Los cepillos eléctricos sónicos VITIS tienen un sistema exclusivo de vibración ubicado cerca del cabezal, de manera que en ningún momento se pierda la velocidad.
Está compuesto por el cabezal, con la forma adecuada para limpiar y proteger la boca al mismo tiempo; un capuchón protector, para asegurar una buena condición de higiene; y un mango de diseño ergonómico, lo que permite tener mayor precisión y control durante el cepillado.
Su tecnología sónica patentada micro-drive-system lo hace especialmente efectivo a la hora de barrer la placa bacteriana, y es una buena opción para todas aquellas personas que quieran mejorar su método de limpieza dental.
Aunque no lo parezca, la historia de los cepillos de dientes se remonta a siglos atrás. Al principio no de la forma en la que lo conocemos hoy en día, pero lo cierto es que algunas comunidades ya en el 3000 a.C. utilizaban plantas, a las que moldeaban para darles un fin similar. Según registros, en años posteriores la práctica fue haciéndose más y más popular en otras partes del mundo.
En aquellas épocas, claro, las herramientas del día a día eran fabricadas directamente de recursos extraídos de la naturaleza. Y en el caso del cepillo, no fue una excepción, ya que se utilizaban ramas, hojas de plantas, distintos tipos de huesos de animales o sus pelos, como pelos de jabalí, caballo o tejón.
Con el transcurso de los siglos, la práctica fue trasladada al continente europeo, convirtiéndose allí lo que antes era una cuestión de supervivencia, en un lujo al que sólo podían acceder las élites y clases altas.
Se cree que su invención estuvo a cargo de William Addis, un empresario que fue encarcelado durante un período de tiempo por causar disturbios. Durante ese tiempo, a Addis le habría surgido la idea de un cepillo para los dientes, idea que decidió hacer tangible una vez que fue liberado.
En esta época, comenzaron a buscarse nuevos materiales para su confección, a la vista de que, en muchas ocasiones, determinados tipos de pelos podían resultar hirientes para las encías.
Fue con la intervención de algunos médicos y especialistas de la época, hoy recordados por sus valiosos aportes a la medicina moderna (como Pierre Fauchard o Louis Pasteur), que se fue adaptando la forma del cepillo de manera que no dañara la boca, ya que además de la dureza de los pelos, al no saber lavar los cepillos y utilizar cabellos de animales, los microbios eran también un problema.
Así, para el siglo XIX, el cepillo de dientes ya tenía un uso popularizado en el Reino Unido, y muchas empresas comenzaron a encargarse exclusivamente de su fabricación.
Para los años 30, el nylon era un material con el que las empresas estaban familiarizándose y que ya estaba probando su utilidad, por ser efectivo y más económico que la seda, algo realmente importante para la sociedad durante el hostil período de entreguerras.
Y así como ya estaba empezando a usarse para otros artículos, como medias finas para las damas, se descubrió que las cerdas de nylon podían ser mucho más higiénicas, suaves y resistentes que los pelos de animal, y que era considerablemente más sencillo adherirlas a un mango. De esta manera fue extendiéndose su uso, hasta llegar a cubrir todo occidente, durante la Segunda Guerra Mundial.
Para ese momento, no existían todavía las variedades de cepillos ni venían en distintos tamaños. Eso fue cambiando cuando las empresas encargadas de su fabricación comenzaron a advertir las distintas necesidades de la población, y nuevas maneras de hacer los cepillos más cómodos, flexibles y eficientes. Y es en los años 60 cuando aparece el primer cepillo dental eléctrico, predecesor del cepillo sónico como lo conocemos hoy.
Las décadas siguientes, las técnicas fueron perfeccionándose y sucedió con el cepillo de dientes eléctrico lo mismo que había estado pasando con el manual. Es decir, la gente empezó a adaptarse a ellos y su uso fue popularizándose, hasta que salieron los cepillos eléctricos económicos para que todo el mundo pudiera usarlos, y éstos continuaron siendo perfeccionados para ejercer una mejor limpieza de los dientes y la boca.
Hoy en día, los cepillos de dientes vienen en muchas formas, colores y tamaños. Incluso algunos están preparados para determinadas características bucales, como la alta sensibilidad. Si lo pensamos bien, resulta cuanto menos interesante que hasta llegar a lo que es hoy, haya comenzado como pequeñas cerdas hechas de ramillas.
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