Tal como mencionó La Tercera, existen nuevas mediciones en la zona que se fragmentó tras el sismo de 1960 en Valdivia. Estos antecedentes muestran que en la región está “despertando” sismológicamente. Una señal de esto fue el sismo que afectó a Chiloé en 2016, lo que se señala como una primera señal de la reactivación sísmica, justamente en el sector sur del segmento que falló en 1960.
La investigación que realizó modelamiento matemático indica que existe suficiente energía para que otro sismo similar al de Chiloé ocurra, en algún lugar a lo largo de los 1000 kilómetros del territorio afectado en 1960.
Los responsables del estudio son los integrantes del Núcleo Milenio Cyclo o “el Ciclo Sísmico a lo largo de Zonas de Subducción" su nombre en español. En este contexto, el investigador de Cyclo Marcos Moreno, autor de la investigación, acompañado de Daniel Melnick y Andrés Tassara publicaron un artículo en la prestigiosa revista Nature Geoscience en donde se presenta un modelo que demuestra la división de la zona sismogénica, en un segmento más superficial y un segmento profundo; y cómo se sincronizan temporalmente (estos dos segmentos) en el caso de la acumulación y liberación de energía.
CASO CHILOÉ
El 25 de diciembre de 2016, un sismo de 7,6 grados en la escala de Richter sacudió el archipiélago de Chiloé, con un epicentro localizado a 30 kilómetros de profundidad. El terremoto de Chiloé no fue una réplica del megaterremoto de Valdivia, sino un nuevo sismo que se generó por la energía acumulada en parte de la zona ya fragmentada por el gran sismo de 1960.
La línea fragmentada en 1960, al menos en la zona de Chiloé, que es la que han estudiado, posee dos niveles: uno llamado segmento profundo, de 30 metros de profundidad, y otro menos profundo o somero que va entre los 5 y 20 metros de profundidad. Ambos se sincronizan temporalmente para acumular y liberar energía.
Esto prueba que hay dos tipos de terremoto, dice el investigador del Nücleor: los que se producen en el segmento profundo y que generan que la costa se eleve, y aquellos que se generan en un segmento menos profundo (somero) que provocan que la costa se hunda. Estos dos segmentos no interactúan al mismo tiempo, “aquí tenemos dos segmentos que ‘conversan’ entre sí, pero que también actúan de manera independiente”, indica Melnick.
Así, la placa de Nazca, que está en constante movimiento y generando presión al intentar sumergirse bajo la placa Continental o Sudamericana (movimiento de subducción), no lo hace de manera uniforme a lo largo de toda su extensión. En algunas partes estas placas se traban, mientras en otros sectores se siguen empujando.
En ese contexto, los terremotos más profundos, como el de 2016, pueden considerarse como una primera fase de liberación de energía que se produce después de un gran terremoto menos profundo como el de 1960. El modelo propuesto por Moreno plantea que a medida que la compresión de las placas entre terremoto y terremoto se acumula, más eventos como los de Chiloé deberían ocurrir a lo largo de la zona de ruptura de 1960.
¿Qué fue lo que contempló el estudio?
El estudio contempló datos geológicos, satelitales y de GPS, los cuales están instalados en distintos lugares, siendo constantemente monitoreados por los miembros de Cyclo, frente a lo cual, se resaltó tener uno de estos equipos justo por encima del área de ruptura, lo que justamente diferencia este modelamiento de algunos previamente hechos.
Principal conclusión
“Una de las conclusiones importantes de este estudio, dice que el segmento ya está despertando y que podríamos tener otros eventos como el del 2016 en otras partes del segmento del ’60; como aquí mismo en Valdivia. A través del uso de GPS sabemos que está cargada -por lo menos hace una década- la zona somera y hay energía suficiente como para que se gatillen eventos de este estilo, profundos, que podrían causar pequeños levantamientos en algunas zonas de costeras, como se ve en Castro y en la costa de Osorno”, señaló Melnick.
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