Puesto que el ser humano está consiguiendo prolongar su vida mucho más allá de lo que se esperaba hace unas décadas -no hablemos ya de siglos- se nos plantean muchos retos para conseguir que nuestro intelecto alcance intacto (o en las mejores condiciones posibles) edades en las que todos nuestros procesos se enlentecen.
La medicina investiga por su cuenta cómo evitar las enfermedades que hacen que nuestra cabeza envejezca, pero: ¿podemos nosotros por nuestra cuenta entrenar para que nuestro cerebro se mantenga joven?
En ese sentido se han popularizado juegos específicamente diseñados como “gimnasia” cerebral que mantienen nuestra mente activa y ejercitan habilidades como la memoria, el cálculo o la riqueza del lenguaje. Sin embargo, no podemos dejar de apreciar las bondades de juegos mucho más antiguos y creados en principio meramente para entretener, y a los que llevamos jugando desde hace siglos.
Nos vamos a centrar hoy en especial en las bondades que el póker puede tener de cara a mejorar nuestras habilidades mentales. Y para ello nos hemos fijado en un artículo publicado en la revista digital “Journal of gambling issues” hace ya algunos años titulado “Can playing poker be good for you? Poker as a transferable skill” (¿Jugar al póker puede ser bueno para ti? El póker como una habilidad transferible).
En este artículo, escrito por Mark Griffiths (profesor de la Unidad de Investigación de Juegos Internacionales que depende de laDivisión de Psicología en la Universidad de Nottingham, y Adrian y Jonathan Parke, se desvelan algunas curiosidades en las que quizá no nos hemos parado a pensar y que nos pueden hacer tomar una nueva perspectiva respecto a este juego de cartas.
El estudio y las conclusiones se obtuvieron a resultas de la petición de una empresa dedicada al juego online, que quería saber si las habilidades que los jugadores de póker desarrollan podían aplicarse a otras situaciones de la vida.
Teniendo en cuenta el auge que están tomando este tipo de negocios, no es de extrañar que sus responsables se interesen por todos los aspectos resaltables del juego. Es obvio que van a invertir en popularizar y presentarlo de manera positiva y estar informados a través de estudios realizados por expertos siempre es un punto a favor.
En esta ocasión, como comentábamos, trataban de ver si las habilidades necesarias para jugar al póker eran transferibles o aplicables a otros ámbitos de nuestra vida, si podían ser desarrolladas por el juego para mejorar otros aspectos. Todo esto es posible porque el póker es de los pocos juegos de azar en los que la habilidad del jugador sí puede influir en el resultado del juego. Pero ¿cuáles son las principales habilidades que ejercita?
En primer lugar podríamos hablar del control de las emociones: ante una mano buena o mala, el jugador tiene que evaluar si dejarse llevar por sus emociones le va a beneficiar. Y la respuesta es nunca: el control de las emociones, asumiendo que en el juego siempre se puede acabar perdiendo, es clave a la hora de disfrutar -y jugar bien- al póker.
Así pues ya tenemos una primera habilidad que extrapolar a nuestra vida diaria: el autocontrol. Y no solo porque un jugador no puede dejar traslucir sus emociones ante una mano buena o ante un gran farol, sino porque se tiene además que hacer responsable de sus finanzas. Ser consciente de una cantidad de partida e imponerse unos límites financieros incluso en un juego tan entretenido puede ayudar a quienes gastan sin demasiados miramientos a llevar un control mejor de su economía.
En ese sentido quizá el juego online y el desarrollado físicamente difieran: en el primero existen mecanismos para autolimitar nuestro gasto que podemos autoimponernos, pero en cambio al estar solos es más fácil saltarnos nuestras propias reglas.
Otro aspecto destacable que se puede aprender jugando al póker es a aceptar las cartas que el crupier -o la vida misma- nos da. Es cierto que podemos poner toda nuestra habilidad para ganar, pero debemos tener un margen de aceptación ante lo imprevisto que evite que nos derrumbemos cuando las cosas no salen como hubiésemos querido.
El póker también beneficia las habilidades necesarias en las relaciones interpersonales. Y no solo porque puedes entrenar el reconocer si tu oponente miente o dice la verdad, sino también porque un buen jugador tiene capacidad para evitar situaciones de conflicto bien por estar disgustado ante su derrota, bien por haber causado la pérdida del otro.
En la versión online las relaciones entre jugadores cubren estas habilidades y además vienen con un añadido muy especial: la capacidad de conectar con personas que están físicamente lejos. El software de un sitio de juego online con frecuencia incluye la posibilidad de participar en salas de chat mientras se juega, favoreciendo en torno a una afición común la socialización entre desconocidos, por lo que se añade una nueva dimensión a la del mero juego, la socialización (por no hablar de la inmersión en la web 2.0 y las redes sociales, una asignatura aún pendiente para muchos de nuestros mayores).
Sin duda el póker también es clave para el autoconocimiento: los jugadores pueden descubrir mucho sobre sí mismos, su autodominio y su gestión emocional ante una partida emocionante. Y si son pragmáticos tomarán nota de ello y lo incorporarán a la siguiente partida y, por qué no, a su vida diaria.
Así pues, podemos concluir que además de las habilidades de memoria y matemáticas (hay que tener en cuenta las cartas que ya están sobre la mesa siempre, para calcular probabilidades de éxito), que parecen las más obviamente atribuibles al póker y exportables a la vida real; hay un buen puñado de cuestiones que este juego tan antiguo puede ayudar a mejorar y que podrían mejorar las capacidades mentales.
Si además nos preocupamos de ejercitar un cerebro “senior”, como hemos dicho al principio, concluimos en que los beneficios de una afición de este tipo pueden ser muchos. Pero no solo nos quedamos con lo matemático, memorístico o el autocontrol: la capacidad de generar ocasiones de vida social y ejercitar la capacidad relacional es muy positiva también y clave para vivir una edad de oro en buenas condiciones.
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