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Por DiarioPaillaco , 15 de mayo de 2017

Falleció Sabás Villanueva: Hijo Ilustre y protagonista de la historia de Paillaco

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Querido vecino y reconocido artesano, murió en su casa a la edad de 89 años

A la edad de 89 años y en su hogar, murió don Sabás Villanueva Villanueva, Hijo Ilustre de Paillaco..

El vecino paillaquino era parte del patrimonio histórico local, además de ser reconocido como un hombre educado, gentil, con gran sentido del humor y un ciudadano preocupado por el desarrollo de su comuna.. 

Los restos de Sabás Villanueva son velados en el salón velatorio de la Parroquia Nuestra Señora de Lourdes, frente a la plaza en Paillaco.

Su funeral será mañana martes 16 de abril, después de una misa que se oficiará a las 16.00 horas, en el mismo lugar del velatorio. 

En enero del 2014, Diario Paillaco lo entrevistó como parte de una sección destinada a conocer en profundidad el testimonio de personas ligadas a la comuna. 

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Sabás Villanueva, Vecino Ilustre 2013

La historia de uno de los primeros habitantes
y reconocido artesano de Paillaco

Por DiarioPaillaco, 8 de enero de 2014

Sabás Villanueva, de 86 años de edad, es parte del patrimonio vivo de la comuna; su familia fue una de las primeras en llegar a Paillaco, iniciando la historia de la talabartería y calzado artesanal local.

Fue casado con Nely Schnettler con quien tuvo 6 hijos. Hoy es abuelo “como de 15 nietos”, quienes son su mayor orgullo, “por haber salido buenos para el estudio”, y de varios bisnietos que lo encantan.

En el septuagésimo noveno aniversario de Paillaco, fue reconocido como Vecino Ilustre, por haber desarrollado una vasta trayectoria a nivel comunal. Para dar inicio a la sección “Rostros de mi comuna”, DiarioPaillaco.cl conversó con él.

¿Cuándo llegó a Paillaco?

Yo llegué el año 1935, un año después de que se fundara la comuna. En ese tiempo la Municipalidad estaba integrada por don Enrique Lüer como alcalde, don Arturo Vásquez como secretario y don Ernesto Steffen como tesorero.

¿De dónde venía?

Yo venía de Auquinco, también le llaman La Poza, está entre La Unión y Río Bueno. Mi papá tenía un campito como de 50 hectáreas ahí y nosotros éramos seis hermanos y todos muy chicos. La escuela nos quedaba como a 10 kilómetros de nuestra casa y teníamos que cruzar un río para ir a estudiar; varios chicos se ahogaban ahí, entonces mi papá optó por vender el campo y venirnos a Paillaco.

¿Qué edad tenía cuando llegó a esta comuna y dónde estudió?

Tenía 6 años de edad. Llegamos a una escuela que ya no está, una que decía “Molino Huichahue”, un molino viejo que habían arreglado como escuela.

¿Cómo aprendió el oficio de la talabartería y zapatería artesanal?

Cuando llegamos a Paillaco, mi papá instaló una carnicería y una talabartería, después puso una zapatería y trajo maestros, así aprendimos nosotros. Yo aprendí talabartería primero y después me dediqué a la zapatería. Ahí aprendieron muchos el oficio aquí en Paillaco; todos los maestros pasaron por el taller de mi papá.

¿Qué es lo que más le gusta del oficio?

La talabartería y la zapatería son buenas, pero la talabartería es más latosa, porque en ese tiempo teníamos que coser a tiento; el tiento es una correíta de cuero fino que sirve para hacer dibujos en los cueros y mi papá nos tenía todo el día en eso. A los 17 años de edad, le dije que me iba a cambiar a zapatería mejor, porque ahí uno hacía un par de zapatos y quedaba libre.

¿A quién le entregaba zapatos?

En ese tiempo no todo el mundo usaba zapatos como ahora. Los niños venían a la escuela a patita, llegaban a colorearle los pies. Nosotros entregábamos zapatos por sacos a Pichirropulli y a Reumén. Mi papá tenía a hartos maestros trabajando con él y yo después me independicé, puse mi propio taller y me casé.

¿Cuáles fueron sus mayores logros gracias a este oficio?

Nunca he sido muy ambicioso, yo creo que mi mayor logro es haber comprado mi casa con mi trabajo.

¿Qué historia recuerda de cuando trabajaba?

Una vez, unos canadienses y unos españoles pasaron por aquí para que les hiciera zapatos, pero lo más encachado fue con los españoles. En ese tiempo se estaba construyendo la doble vía, andaban ingenieros españoles y uno supo que en Paillaco había un maestro que hacía zapatos, porque en España los artesanos ya se habían terminado. El ingeniero vino y me pidió que le hiciera zapatos a él; quedó conforme y me preguntó si podía hacerle zapatos a su señora, porque ella tenía problemas a los pies y yo le expliqué que uno puede arreglar la horma a la forma del pie de la persona. Entonces trajo a su señora de España exclusivamente para que yo le hiciera zapatillas; le hice tres pares y le cobré lo mismo que a todos.

¿Qué le gusta hacer en su tiempo libre?

Me gusta ir a la rayuela, a pescar o a ver fútbol. Fui dirigente de Paillaco Atlético, también pertenezco al club de rayuela Diego Portales y fui bombero de la Primera Compañía.

¿Qué es lo mejor de ser paillaquino?

Que tenemos buena gente, buenas autoridades. Hemos tenido buenos alcaldes, buenos comerciantes y buenos pequeños industriales.

¿Cómo le gustaría que fuera Paillaco en 20 años más?

Así como va, va muy bien. Faltaría una industria, a mí me gustaría que alguien levantara una industria de casas prefabricadas, de paneles. Ahí donde estaba Apsa se podría construir un aserradero, una barraca y una fábrica de casas y darle trabajo a los paillaquinos, utilizando como materia prima la madera que tenemos aquí.

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